opinion
La avaricia enloquece y embrutece
Rómulo Emiliani, cmf. (opinion@epasa.com) - Publicado:
Cuánto daño ha hecho a la humanidad el culto al dinero y demás bienes materiales, ya que al ponerlos en lugar de Dios han hecho que sus adoradores se hagan insensibles al dolor humano y hayan usado los medios más terribles para conseguirlos.El avaro guiado por su sed insaciable de bienes, puede llegar a incurrir en cualquier delito para lograr tales cosas.El engaño, la trampa, el fraude, la violencia, incluso el asesinato son medios nefastos utilizados por los que aman desordenadamente los bienes terrenos.El dinero que se pueda poseer honestamente en el plan de Dios simplemente es un medio para que el ser humano viva con dignidad teniendo lo necesario.No podemos convertir el dinero en un fin de nuestra vida.Poner el corazón en los bienes terrenos como si fueran absolutos lleva a cometer el pecado de idolatría.San Policarpo dice que “Quien no se abstiene de la avaricia se verá mancillado también por la idolatría y será contado entre los paganos que desconocen el juicio del Señor”.Ese deseo descontrolado de tener más y más lleva a las personas a cometer grandes torpezas, algunas de ellas con daños irreversibles en las víctimas.Tito Bostrense dijo: “Entró Satanás en Judas, no violentamente, sino encontrando abierta una puerta: entró por medio de la avaricia”.“La avaricia es insaciable, no teme a Dios ni respeta al hombre, ni perdona al padre ni guarda fidelidad al amigo; oprime a la viuda y se apodera de los bienes del huérfano”, dice San Agustín.Los avaros han ocasionado tanto daño al equilibrio y la paz social, ya que aliados entre sí, logran amasar fortunas tan grandes que impiden la participación equitativa del bien común por más personas.En todo avaro hay una adicción grande de poseer dinero, algo así como una drogadicción que enloquece y embrutece al “consumidor”, alienándolo en un mundo iluso de vanidad.Su amor desordenado a sí mismo lo hace caer en soberbia y codicia.El antídoto contra la avaricia, la curación de esta enfermedad, se llama amor y generosidad.Dios es amor y por lo tanto, infinita generosidad.Mientras más nos parezcamos a Dios, menos egoístas seremos.San Basilio el Magno, nos insta a ser lo más generosos posible.“Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no; por el contrario, la gloria que habrás adquirido con tus buenas obras la llevarás hasta el Señor, cuando, rodeado de los elegidos, ante el juez universal, todos proclamarán tu generosidad […] Recibirás la aprobación del mismo Dios, los ángeles te alabarán; en recompensa por haber administrado rectamente bienes corruptibles, recibirás la gloria eterna, el reino de los Cielos.[…] Vamos, pues, reparte tus riquezas, sé liberal y espléndido en dar a los pobres”.“Los desvelos del rico acaban con su salud, la preocupación por las riquezas aleja el sueño.El que codicia el oro no quedará sin castigo, el que ama el dinero se extraviará por él….dichoso el hombre que se conserva íntegro y no se pervierte por la riqueza”.Eclo 31,1ss.Desde la perspectiva del Nuevo Testamento: “Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los Cielos”, Mt 10,25, el rico es la persona que se apega a sus posesiones, sean de millones o de un simple pedazo de tierra, poniéndolas en el lugar de Dios y no compartiendo con nadie.En la parábola del rico Epulón se condenó para siempre en los infiernos, no tanto por poseer, sino por no compartir con los lázaros del mundo.“Aprendan (de Zaqueo) los ricos que no consiste el mal en tener posesiones, sino en no saber usar de ellas; porque así como las riquezas son un impedimento para los malos, son también ocasión de virtud para los buenos”, dijo San Ambrosio.En el Mensaje de Jesús el verbo “acumular” debe cambiarse por el de “compartir”.En 1 Cor 6,10 dice la Palabra: “ni los ladrones ni avaros ni borrachos ni calumniadores ni los explotadores del prójimo heredarán el Reino de Dios”.Qué triste ver personas arrodilladas y rindiendo culto al dinero.Recuerde que con Dios podemos vencer cualquier idolatría, porque con Él somos invencibles.