Epicentro
Sobre el exilio de la pandemia
...solo la velocidad en que se transmite diferencia la pandemia de hoy en día de las que hubo en un pasado. el ser humano en general, ha sobrevivido las pandemias y hasta se ha hecho resistente a ellas por procesos naturales.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 27/4/2020 - 12:00 am
Las pandemias tienen una particularidad; ellas nos exilian a nosotros, en nuestra propia tierra, o en lugares reducidos de ella, que llamamos nuestro hogar.
La práctica del aislamiento social se remonta, tal vez, muy atrás en nuestra historia; pero al que se aislaba no era precisamente al sano, sino al enfermo, que se convertía en un proscrito de la sociedad, como por ejemplo los leprosos.
Algunas personas, con luces grandes, sí comprendieron que el aislamiento podía salvar sus vidas y lo practicaron de manera natural, como nos indica Boccaccio en su obra magistral, El Decamerón.
Pero la práctica del aislamiento social, ya bien instituida, se viene a registrar por primera vez con las medidas de "quaranta giorni", o cuarenta días, a las que se sometía de manera rigurosa a los barcos que arribaban en los puertos de Venecia en el siglo XIV; en esa Italia que sin duda mantenía aún, muy fresca en la memoria, la gran Plaga Bubónica que diezmó a más de la mitad de la población europea entre los años 1348 y 1353.
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Dicha plaga fue tan devastadora que los científicos han podido registrar, a través del estudio minucioso de núcleos de hielo extraído que nos remontan hasta el medio ambiente de esas fechas, una disminución exponencial en la emisión de combustibles fósiles quemados por el hombre; en palabras muy sencillas, hubo una caída drástica del uso de la leña en los hogares del mundo en esos precisos momentos de la plaga, porque los muertos ni cocinan ni necesitan de una hoguera para calentarse en el invierno.
El recorrido que hoy podemos hacer a lo largo de la historia de la humanidad, nos hace toparnos con cientos de miles de enfermedades que han acompañado siempre al hombre, desde la congregación primaria del ser humano en algo similar a la manada, hasta la colectividad actual globalizada ya que hoy puebla nuestro mundo.
Microbios, bacterias, virus y enfermedades en general que en lo único que se diferencian del pasado es en la velocidad de su propagación, porque en la medida que la tecnología acortaba las distancias, también esas enfermedades supieron acortar distancias para encontrar su camino rápido hasta el hombre.
Desde los barcos mercantes que llegaron desde el Mar Mediterráneo hasta el Puerto de Messina en 1348, atestados de esa enfermedad bubónica en su carga de seda muy preciosa, en la que la pulga anfitriona de ese mal encontró cálido abrigo, hasta las ratas portadoras que desembarcaron con los marineros ya muy agonizantes; hasta los aviones modernos de hoy en día pueden transportar una persona que se infecta en un país lejano, y que desde el avión en que viaja hasta el hotel de su destino en otro país puede ir dejando estelas de muerte y de contagio a una velocidad y a una distancia que nunca antes tuvo precedentes en la historia de la humanidad.
Entonces, solo la velocidad en que se transmite diferencia la pandemia de hoy en día de las que hubo en un pasado.
A través de reglas y ordenanzas de la selección natural, el asesino de la Yersinia pestis (peste bubónica) se pudo muy bien haber camuflajeado en los parásitos de animales enfermos que serían la presa predilecta de los cazadores que veían precisamente en esos animales débiles una captura fácil.
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Y así, de una manera que parece hasta biológicamente inteligente, se habría la peste su camino hasta la choza humilde de los hombres, hace 5,000 o 10,000 años, diseminando la semilla de la muerte entre las poblaciones dispersas de ese entonces.
Pero el hombre, el ser humano en general, ha sobrevivido las pandemias y hasta se ha hecho resistente a ellas por procesos naturales.
Hoy en día la mayor ventaja delantera que llevamos a la enfermedad es que conocemos ya su origen en un tiempo relativamente corto; de allí hasta el descubrimiento de una cura será, sin duda, poco tiempo.
Las medidas de distanciamiento social son solo aprendizaje que hemos heredado de un pasado experto ya en estas cosas, y es una medida con la que todos podemos contribuir.
Lo demás está ya en manos de la ciencia.
Hoy sabemos que no son los astros en su recorrido, ni los vicios morales de la humanidad, ni la ira de Dios, lo que desencadena sobre el mundo la ferocidad de esas bestias biológicas.
Tengamos fe en que la medicina moderna y la ciencia encontrarán la cura; pero no así con la insolencia del ateo que no cree en Dios, sino con la certeza y la confianza de que esa Inteligencia Universal, que utiliza al ser humano de vehículo, iluminará al hombre y lo guiará hasta esa cura, y que la terminaremos exiliando, como siempre ha sido y como siempre lo será.
Abogado.
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