Panamá
Sobre la necesidad de la integración nacional
Por circunstancias que aun yo desconozco, tal vez por inercia o acomodo cultural, la balanza del progreso se a inclinado únicamente hacia la capital de la República. La realidad se hizo evidente hace algunos meses, con la paralización total que causaron los cierres de la vía Interamericana.
- Arnulfo Arias O.
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- - Actualizado: 12/10/2022 - 12:00 am
Desde principios del siglo pasado, los centros de desarrollo de las ciudades colindantes con el Canal, se convirtieron también en foco de atracción para el interiorano, que para los primeros años de la República cifró sus esperanzas en la migración, a pesar de que no no fue sino hasta el año de 1964 que culminó la obra de la carretera Interamericana, que unió la capital con el resto de las provincias de nuestro interior. Hoy en día, esa vía es la única conexión medianamente integradora de la nación. Penosamente, nuestro interior mantiene hoy poblados que no han avanzado mucho en realidad y que parecen como detenidos en el tiempo, remontándose en su desarrollo a lo que eran en los años cincuenta o sesenta. Ese aislamiento franco de nuestro país hace que muchos, atraídos por el único polo de desarrollo real, migren a la capital, dónde no necesariamente encuentran la respuesta a sus plegarias. De condiciones difíciles, en sus pueblos, se encuentran anegados en medio de violencia, contaminación, hacinamiento, crimen, desempleo y, la mayor parte de las veces, empleo informal.
Por circunstancias que aun yo desconozco, tal vez por inercia o acomodo cultural, la balanza del progreso se a inclinado únicamente hacia la capital de la República. La realidad se hizo evidente hace algunos meses, con la paralización total que causaron los cierres de la vía Interamericana. Lo que no sabían los protestantes, al final, es que más se aislaban ellos mismos de lo que se terminaría aislando la metrópolis, y que el sufrimiento prolongado y la carencia de bienes se comenzaría a evidenciar en nuestros pueblos del interior, mucho más que en la capital. Realidades como esas, que surgen en los momentos más difíciles, nos hacen pensar que vivimos en un país completamente fraccionado, desbalanceado en ese desarrollo que debería, ya a estas alturas de la vida moderna, ser uniforme y estar planificado en muchos años por venir.
No es posible que la ciudad siga creciendo encapsulada en cinturones de pobreza, cada vez más engrosados y más carentes de necesidades básicas. Esos focos de migración se integran, más que nada, por los primeros pioneros soñadores, que migran desde el corazón de nuestros campos, buscando alivio en el cemento cálido de un desarrollo urbano que no los beneficia, sino que les prolonga tristemente la pobreza y la necesidad. Para lograr que nuestro país se desarrolle uniformemente, se debe pensar ya lo que será en 50 años. Esa visión del futuro debería ser integradora. No puede ser que el Canal y los puertos que le abren sus puertas al mundo, se encuentren enquistados únicamente en torno a esa obra. Panamá es mucho más que un canal. La vocación logística debe necesariamente expandirse, y expandirse ya. En Honduras se inauguró con bombos y platillos un canal seco de 330 kilómetros de longitud, y que toma 5 horas en cruzarse.
Me pregunto yo si nuestra tierra, con 80 kilómetros en su parte más angosta de océano a océano, no debería también pensar en varios canales secos a lo largo y ancho de toda la república. También me pregunto por qué, a estas alturas, no se ha planificado una red de interconexión que esté integrada por diversas vías, no solamente la que existe ya, que ha probado ser una vulnerabilidad para el desarrollo nacional, más que un medio definido de progreso. No podemos seguir relegados en un pasado que hace que todo el desarrollo se aquilate únicamente en nuestra capital. De ser así, se empobrecerá cada vez más nuestra nación y cada vez más sus habitantes. Y que no sea más la cantidad y ubicación de votos los que determinen los destinos de ese desarrollo nacional.
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