Epicentro
Sobre la necesidad de movimiento de la humanidad
El cerco artificial, creado por el hombre para el hombre, ha logrado un objetivo adverso: desgarrar y erosionar el implacable espíritu de avance de la humanidad. Por eso las protestas colectivas, por eso los rechazos multitudinarios.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 24/8/2021 - 12:00 am
Nuestro mundo se ha detenido, pero la Tierra sigue girando sobre su eje a unos 460 mts. por segundo, como lo dictan las leyes que gobiernan la gravedad. El agua estancada se contamina pronto, el barco que no zarpa se carga de bioincrustaciones.
Recientemente se ha descubierto, por medio de estudios científicos, que la única forma en la que el ser humano puede adoptar una postura bípeda como forma regular de motricidad, es a través de una serie constante de diminutos movimientos de balanceo, imperceptibles a la vista.
Así que cuando estamos de pie, aunque sospechemos estar sin movimiento, la verdad es que nuestros músculos se encuentran realizando un movimiento pasivo, tímido y nervioso, pero constante, permitiendo así al hombre mantenerse en pie.
Todo está en movimiento, y el ser humano es parte de ese todo que no puede escapar las leyes desplegadas por Newton; si un objeto está en movimiento, permanece en movimiento a una velocidad constante, a menos que una fuerza externa neta actúe sobre él.
En el caso de las instituciones artificiales creadas por el hombre, cualquiera que ellas sean, solo persisten en el tiempo aquellas que se dinamizan, que se amoldan a la realidad de los tiempos; las otras, las estáticas, tienden al fracaso.
La economía, que expresa siempre la dinámica del movimiento e intercambio entre los hombres, tampoco puede ser estática; fluye como el agua, se adelanta siempre a las legislaciones y cobra realidades propias que dan forma y son pioneras del progreso. De allí lo delicado de crearle diques, de amarrarle lastres, de tirarle redes de trasmallo que la atrapan indiscriminadamente en toda su actuación.
Eso es justamente lo que ha sucedido, al imprimirle fuerza de coacción a las regulaciones sanitarias, basadas en principios médicos, pero completamente ausentes de la dinámica real de las naciones y de su población.
El hombre, y todo lo que se refiere a él, compone una dinámica compleja, integrada por el movimiento sin cesar de sus ideas libres. La inercia artificial, impuesta por decreto sanitario al ser humano, hace que se debilite en sus propósitos, hace que sea desleal a su naturaleza propia, basada en el principio de avanzar constantemente, aunque no sepa a veces con certeza cuál será el destino.
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El cerco artificial, creado por el hombre para el hombre, ha logrado un objetivo adverso: desgarrar y erosionar el implacable espíritu de avance de la humanidad. Por eso las protestas colectivas, por eso los rechazos multitudinarios.
En temas metafísicos y religiosos, el hombre podría ser concebido como oveja que requiere de un pastor; pero eso se refiere a parte de su vida íntima, en que la conciencia propia guía al hombre, en que supera por sí mismo, por criterios y designios propios, las inclinaciones naturales de la carne.
El ser humano es libre por esencia y no hay barrote alguno que pueda contener su espíritu y su mente. Prueba manifiesta de esa realidad nos queda desplegada en los trabajos magistrales del astrónomo brillante Stephen Hawking, que tenía su cuerpo aprisionado en una silla, pero que tenía su mente en los confines más lejanos de nuestro Universo.
Por eso, las autoridades que gobiernan las naciones, de manera delegada, deben necesariamente dar lectura a los factores reales que dictan los decretos naturales de la humanidad, que se rebelan contra los estancamientos, que renuncian y rechazan a la inercia, que deploran las cadenas esas que reprimen libertades propias de movilidad.
Es oportuno, entonces, pedir a nuestros gobernantes en el mundo entero que busquen formas apropiadas para conciliar la libertad del hombre con medidas sanitarias que también procuren evitar esos contagios.
Detener con diques los sistemas económicos, por criterios médicos que son imprácticos para el progreso de la humanidad, solo trae al final una pobreza vasta e insondable, que terminaría causando más decesos lentos que la propia enfermedad global que sufre el ser humano hoy.
Abogado.
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