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¡Baila, colibrí, baila!
Ernesto Endara - Publicado:
No pude ni quise evitarlo, se me aguaron los ojos cuando la orquesta arrancó y la melodía madre del concierto llenó los ámbitos del Teatro Nacional.Fue en la noche del estreno de “Un colibrí en Siberia”, título del ballet compuesto por Toño Robira, inspirado en la novela del mismo nombre de Maritza Sevilla.Este humedecimiento de mis ojos brotó por dos íntimas razones: la dulce melodía que penetra mis oídos que de alguna misteriosa forma me hace despegar vuelo desde mi asiento en luneta y me emociona hasta tocar la puerta de las lágrimas; la otra razón es la empatía que siento por Toñito Riba (en el programa tuvieron el acierto de indicar que su nombre es Toño Robira, alias José Antonio Riba para subrayarnos que la auténtica vida del artista es su arte).Me calcé sus zapatos y sentí la vibración de los violines en el estómago.En el intermedio, Toñito me confesó que no pudo evitar las lágrimas de la emoción.No era para menos.Este maravilloso ballet se presenta en veinte capítulos con títulos tan musicales como “A lo lejos aúllan los lobos”, Encuentro con gota de agua”, “Las siete plumas” y “El sueño del Colibrí”.La música nos hace ver a los bailarines.El escenario se llena de alas y nieve, de amor y abandono, búsqueda y caricia.Los arreglos de Dino Nugent redondean la magia que florece en la punta de la batuta de Jorge Ledezma-Bradley.Este ballet cambia el rumbo de la música de Toño.Cuando se trata de baladas o boleros, el ritmo de la música de Toño va al trote entre el ritmo tropical y el amor desesperado.Ahora, en este señor concierto, le sale el torrente de todo el clasisismo que bebió en su vida.Allí está Haydn, Mahler y sobre todo, Tchaikovski.Lo imagino a él imaginando al colibrí revoloteando sobre una flor de hielo, un poco al estilo de El ruiseñor y la rosa de Wilde.No se le ablanda el corazón a Toñito, se le dulcifican las siete notas.Las claves y los pentagramas se le abrieron y se brindaron: Aquí estamos para lo que quieras poner sobre nosotras.Sentí mío el ballet de Toñito.Así debe ser el arte.El artista nos traduce sus sentimientos, sus quereres, sus alegrías y sus tristezas, y cuando lo entrega al público deja de ser su posesión exclusiva, pertenece a todos.