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Dulcidio
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Dulcidio llegará a la ciudad con "una mano adelante y otra atrás".Se bajará en el parqueo donde no lo esperará nadie y sacará de su bolsillo un papel arrugado y medio borroso, donde aún puede leerse el nombre de algún pariente tan lejano , que no logra encontrar en su memoria, marcada por el viaje.Un puñado de seres cuyos rostros le parecerán extraños lo asaltarán para ofrecerle un taxi, cigarrillos, chicles, empanadas, pepermines y en su media lengua les dirá que no, que no, que no.Tomará su maletín escueto que tiene un asa amarrada con un nudo, porque se rompió la última vez que su madre lo prestó a un primo, mismo que regresó porque no aguantó con la nostalgia.Dulcidio no sabrá hasta horas después, que en la ciudad las distancias no se recorren a pie y después de largas horas de calles, plazas, avenidas, recovecos, aceras que no existen o que están llenas de carros; semáforos dañados, policías fosforescentes, zaguanes con olor a meado, paredes forradas de promesas, tableros con papeles de colores y algo que cree reconocer son números, montañas de basura y más carros; llegará a la conclusión de que todo está cerca y está lejos, que nada les es propio y el callo de su pie derecho, que allá no le molestaba cuando recorría las fincas repartiendo agua a los trabajadores, aquí metido y recalentado en el zapato empezará a convertirse en un suplicio, una navaja, en algo que nunca existió pero que existe ahora, mientras peina la dureza del cemento, las esquinas se le confunden, se le cruzan, se le convierten en fantasmas, desaparecen y vuelven a aparecer, cambian de color o de olor y de lugar.Sentirá algo del hambre simple que se conforma con un poco de arroz o de yuca y entrará a una fonda donde una mujer embarazada con una redecilla en la cabeza y la cara untada de grasa, le recitará como una retahíla de las tablas de multiplicar que nunca pudo aprender, seis o siete combinaciones de cosas que no son arroz ni yuca y se sentirá confundido, abrumado y la mujer con un dejo de cansancio sacará de lo más íntimo de su maternidad en proceso ,un hilo de comprensión y le pondrá por delante un plato de sopa de pecho que Dulcidio a falta de palabras agradecerá con una sonrisa tímida, que le hará más pequeños los ojos de color indefinible.Sorberá la sopa hasta la última gota y cuando busque el maletín donde su madre le ha puesto el dinero envuelto en un pañuelo, se dará cuenta que el maletín ya no está, empezará a sudar y escrutará el suelo como si sus ojos tuvieran el poder de hacerlo aparecer con la magia de su deseo, mientras la mujer empieza a mirarlo duramente y ya sin paciencia frente a su silencio y confusión y de repente, un policía le preguntará cosas que no entiende y le pedirá una cédula que no tiene y el callo dolerá del mismo modo que el recuerdo de la montaña y de su madre y de la finca y de los trabajadores y buscará instintivamente en sus bolsillos el papel con el nombre del pariente lejano, pero el papel maltratado por el sudor será apenas una mancha con forma de pájaro o murciélago donde ya no podrá leerse nada y finalmente un ligero alivio cuando lo sienten en el auto de la policía, donde se lo llevarán a quién sabe dónde y se mirará por la ventanilla cómo la ciudad cambia de color y se llena de luces y letreros y el callo serán una aguja que los espíritus le meten en el pie para advertirle que regrese, que sus raíces están en otro lado, que la ciudad no es para él y el sopor y el cansancio se le irán metiendo suavecito por los ojos, hasta hacerlo cabecear al lado del policía, que le dará un pescozón acompañado de palabras que sonarán duras y que definitivamente no entenderá, pero el sueño y el callo y el cansancio y el miedo serán más fuertes que él y entonces empezará a tratar de recordar, para qué fue que vino a la ciudad y la cabeza se le irá llenando de humo, hasta que todo quedará oscuro en su interior.En la televisión, se pedirá por favor, a quien reconozca a esta persona, que la reclamen en la oficina de la Policía de turno.