La gota fría: ¿Somos escoria?
Me quedo con Niche y Guayacán; los Clásicos de la Provincia de Carlos Vives, Escalona y sus muchas voces en vallenato.
La gota fría: ¿Somos escoria?
Generalizar no es bueno. Las comparaciones son ociosas y odiosas. La descalificación del prójimo nos descalifica. Alguna vez escuché un cuento acerca de la Creación del mundo que narra los siete días en los que Dios se dedicó a esa faena y los restos, es decir, la escoria de todo lo creado los lanzó hacia el cielo… Esas son las estrellas... Es decir si somos parte del universo, somos escoria. Entonces, ¿cuál es la vaina?
Colombia me ha entregado, de manera desinteresada, a lo largo de mi vida, y en deliberada enumeración caótica y en orden aleatorio: amor, amistad, solidaridad, poesía. Música, arte, viajes y paisajes; la bandeja paisa, el tapado de pescado, dulce de borojó, el cholado…
Y sigo: las orquestas Niche y Guayacán con todos sus viajes; los Clásicos de la Provincia de Carlos Vives, Escalona y sus muchas voces en vallenato; el bambuco, el frenético y sensual mapalé, y el Barrio Ballet de Gloria…
El Carnaval de Barranquilla, el río Badillo y el Guatapury en Valledupar, el aguardiente antioqueño, las cien iglesias de Buga, los poemas de Pombo, y algunos libros de García Márquez, no olvidar Los poemas de Amor para niños de Jairo Aníbal Niño, el Festival de poesía de Medellín, el Cerro Nutibara, la Muralla de Cartagena y la leyenda de la India Catalina, Las Botas Viejas y su poema: noble rincón de mis abuelos…. La luz y el color de los artistas plásticos Alejandro Obregón, Alfredo Vivero, por inercia algunas de las gordas de Botero… y, por supuesto, la garra de bronce de Rodrigo Arenas Betancourt, mi favorito.
No olvidar a mi abuelo materno, Leoncio Alcázar, un negro de Cartagena que vivió y murió en este país que adoptó como su patria. Trabajador, honrado, correcto en su trato, disciplinado, metódico y severo…
La amistad de Dairo, entrañable parcero, de Henry de Barrancabermeja. Bueno, y cómo olvidar a Lucelly, que me dejó beber de su arte de amar; y Margarita Rosa, que me vendió todas sus flores pero al final me quedé solo con una, que todavía atesoro, y qué digo de la hija predilecta de la panadería del norte, su paso veloz de novia ansiosa… La Rora, que me dejara beber en todas las islas de su concupiscencia, navegando a sal y agua a dulce y mar.
El Siglo XXI, cambalache distraído y hostil, me trae estos desmanes de gente que no sabe decir o dice mal, pues si se trata de escoria, con esta yo me quedo…