Nuevo año, viejos pendejos
Empezaron apenas hace un par de días doce meses nuevos. Relucientes bajo el sol de verano. Mecidos por la brisa fresca de las resoluciones que año tras año se intercambia la gente. Nos damos golpecitos en la espalda y sonreímos y pensamos que un nuevo comienzo siempre es bueno. Y nos equivocamos: quizás sea el comienzo de la misma mierda. Pero el ser humano es así de ingenuo, creyendo que los cambios llegan despacito y poco a poco, que la mezcla de sangre nueva para que los niños salgan más rubios y más altos se hará de a poquito, sin pararse a ver que las hordas de bárbaros están en las puertas de Roma.
Tantos milenios con el ser humano como dominador de la bolita del mundo y aún seguimos señalando fechas para ilusionarnos. Seguimos mirando a la puerta que Jano acaba de abrir esperando, con el corazón en un puño, y los ojos brillantes a ver qué maravilla aparece en el umbral. Y seguimos, siglo tras siglo, dándonos batacazo tras batacazo, porque por la puerta a veces salen endriagos dignos de H.P. Lovecraft.
¿Ya está la amargada con su pesimismo de siempre? Se preguntarán ustedes, y no. Miren ustedes que no. Que estoy de muy buen humor, de verdad de la buena. Que hasta sonrío escribiendo estas líneas y todo. Pero no espero nada de los dioses. Yo, como los cimerios, sólo pido que Crom me de fuerzas para morir peleando. Siempre he creído que las Moiras eran un poquito traicioneras y he tratado de tejer el hilo de mi propio destino a mi gusto. No espero nada de casi nadie y me sorprendo cuando me lanzo sin red y siempre encuentro la mano de alguien sujetándome en el aire en mitad de la nada.
No pido tener más dinero, más amor o más salud. Solo espero tener la entereza suficiente para encarar con dignidad lo que sea que deparen los Hados. Y tampoco espero nada de nadie, a veces los más cercanos son los que más fácilmente te clavan la falcata. ¿Tú también, Bruto, hijo mío?
Por eso me muero de la risa escuchando, leyendo, los deseos y las resoluciones que llueven en estas fechas. Por eso cabeceo y pienso que, en la mayor parte de los casos sería mejor que dijéramos ‘Virgencita, que me quede como estoy’; aun sabiendo que es imposible, que el rio ha de fluir para que sus aguas no se empantanen, que todo debe cambiar, que los cambios duelen. Que este año nuevo va a haber gente querida que ha de morir, que algún amigo va a traicionar a otro, vamos a sufrir decepciones, nos van a hacer daño, seguramente este año tampoco logremos convertir a la clase política en un dechado de honradez, los bancos seguirán enriqueciéndose a costillas de todos y la paz mundial seguirá siendo, simplemente, una frase manida en la boca de las aspirantes a reinas de belleza. No es que el resto no sepan todas estas cosas, que las saben, solo creo que desean seguir engañándose un poco más, unas semanitas más, como hasta julio, o agosto, o así. Creo que, igual que niños que aún desean creer en Santa, cierran los ojos fuerte, fuerte, y piensan que los pasos que escuchan sobre el tejado son las botas de alguien que viene a regalarles aquello que han deseado. Y no quieren enterarse de que en realidad, el malandro que va a bajar por la chimenea se va a llevar su plasma, su computadora y su celular. Y encima van a tener que darle las gracias.