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Dejé el dolor en Juradó, encontré la paz en Jaqué
Grisel Bethancourt - Publicado:
El 19 de diciembre de 1999, Ana María tuvo que salir con diez personas de su natal pueblo colombiano, Juradó, en el Departamento del Chocó, aunque con una memoria que se pierde en la tragedia, aun sufre el trauma de la incursión armada.Una María, como todos la conocen, melancólica por el dolor, aseguró que lo que más le duele es recordar a su hijo muerto a manos de la guerrilla.Esta juradoseña, quien se encuentra con un estatus de refugiada en Panamá, es una de las 30 personas con esa condición en este país.Contó que sufrió mucho, tuvo mucha dificultad, caminó por la trocha durante 15 días acompañada de sus cuatro hijos, desde Juradó hasta Jaqué."No traje nada, a penas el maletincito, trastes de cocina...tuve que salir huyendo por los paramilitares, ellos masacraban a la gente, los mataban, llegaban a las casas y acabaron con todo, por eso la gente huyó", aseguró María.Contó su tragedia, pero no pudo contener las lágrimas, por cada recuerdo del momento en que tuvo que escapar al cruzar el río y dejar a su hijo en manos de la guerrilla, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), al ser obligado a formar filas de este grupo armado, luego lo mataron, más nunca lo vio.Esta costeña nunca olvidará que fue un día de diciembre de 1999, en horas de la mañana iba de pesca al río junto a otras personas, cuando se encontraron sorpresivamente con la guerrilla, ellos los retuvieron, luego los soltaron.Pero sus dos hijos si fueron retenidos, uno escapó.En ese momento desconocían que las FARC se iban a tomar el pueblo, pero tampoco sabían que ya estaban los soldados como los paramilitares para enfrentar a la guerrilla.Uno de sus hijos, a quien no quiso identificar, le notó que no daba la cara, allí descubrió que había sido reclutado por la guerrilla contra su voluntad.Ana María entre lágrimas mencionó, "lo cogieron para ellos".Ahí decidieron que tenían que huir.Cruzaron como pudieron el río, a su otro hijo las FARC lo atacó a punta de bala, pero logró escapar, no pararon de correr y de ahí cruzaron la trocha días y noche, hasta quedar sin comida, no obstante, pese a las adversidades llegó al pueblo de Jaqué.Ahora la historia es otra, la muerte, las balas y el dolor quedó en una parte de su corazón, no pudo enterrar a su hijo, pero admitió que ahora vive con seguridad.Ahora en Panamá esta colombiana a quien le fue entregada la Resolución por la Comisión Nacional que estudia el proceso de los protegidos humanitarios, decidió otorgarle su estatus de refugiada.Los cambios en su vida han sido significativos..."las cosas han ido bien, tengo más tranquilidad y ahora vivo feliz", reiteró la mujer.Algo en el que si fue clara, es que no desea retornar por nada del mundo a Colombia..."no sueño regresar, sino me echan no regreso".En estos momentos se dedica a lavar y cocinar, a pesar que es refugiada no la dejan trabajar sino ya estuviera establecida.Ana María como muchos otros refugiados, no ha podido obtener su carné de refugiada, pues no tiene los recursos para viajar a Panamá y que la Oficina Nacional Para la Atención de los Refugiados (ONPAR) le entrege la identificación.Para Gonzálo Vargas Llosa, representante en Panamá del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en estos momentos lo más importante es lograr una mayor estabilidad legal para estas personas."Este régimen fue diseñado para una estadía muy corta de dos meses, pero en la práctica están desde hace varios años, el problema es que el estatus limita a los colombianos, ya que no tienen libertad de movimiento y posibilidad de trabajar, por lo que hay un desfase entre la protección temporal y la realidad que los ha obligado a quedarse muchos años", sostuvo Vargas Llosa.Actualmente ACNUR colabora con el Vicariato del Darién en la realización de granjas sostenibles, en donde efectúan una agricultura orgánica y trabajan varias familias desplazadas para su subsistencia.