nacion
"Tumbe" mortal
Daschenka Chong - Publicado:
Marcos Stanziola, un panameño de 28 años, compartió su triste final junto a un hondureño de 43.A uno le cortaron la cabeza y a otro le cercenaron el cuello.Sus cuerpos fueron encontrados el 5 de marzo pasado en la vía que conduce de Gualaca a Chiriquí Grande, a la altura de La Quijada del Diablo, en la provincia de Chiriquí.Ambos recibieron un tiro en la nuca y a uno de los cuerpos le faltaba el dedo meñique y la tetilla izquierda, signos evidentes de tortura.Un mes y dos días después, el cuerpo del colombiano Luis Fernando Vélez López fue encontrado en Cerro Viento Rural.El murió de cinco impactos de bala, uno en el cuello, otro en la espalda y tres en su axila izquierda.Los casos son muchos, homicidios que siguen un patrón que identifican las autoridades y los entendidos como ajuste de cuentas por casos de narcotráfico.En su mayoría estas muertes son el desenlace de tratos deshechos, traiciones o robo de drogas, conocido en el argot popular como "tumbe".Para tumbar droga se emplean diferentes métodos, unos tácticos y otros que hacen uso de la fuerza y la coacción.Eso lo ha aprendido Gilberto Toro, un sociólogo que se dedicada a estudiar a las bandas.En los primeros, la idea es mostrar bultos o mercancía que simulen la droga."Meter el yeso" consiste en preparar paquetes de yeso y reemplazarlos por los de cocaína, dejando junto a éstos algunos verdaderos.También se puede adulterar o falsear la "mercancía" con bicarbonato y otras sustancias.En el caso de la marihuana se impregna un paquete con un contenido cualquiera con extracto de hachís, olor que garantiza que es de buena calidad.Entre las técnicas combativas figuran fingir una compra sin pagar lo acordado, quedándose con la sustancia ilícita bajo amenaza al vendedor y tomar por asalto el vehículo o la casa donde está la droga.Para un operativo de esta clase se emplean varios automóviles y muchas armas."No creo que cualquiera se anime a realizar estos tumbes.En Panamá ya hay bandas especializadas, no son muchas porque se requiere hasta de conexiones internacionales.Es todo un montaje profesional, porque no se puede improvisar", manifestó Toro.El Panamá América contactó a un "tumbador" de drogas, quien bajo promesa de confidencialidad, nos dio un vistazo de su peligrosa actividad delictiva.El sujeto, a quien llamaremos Mario, tiene cuarenta y tantos años.Nos dijo que lo primero que se necesita para hacer un "tumbe" es tener información, la que proporcionan personas que viven cerca de donde se oculta la droga o quienes están dentro de la organización que la maneja.Lo que se conoce como un "auto tumbe".Mario cuenta con informantes en zonas costeras que están pendientes de la llegada y salida de barcos y lanchas.Manifestó que contrario a la creencia popular, la droga no se esconde en los ghettos, sino en barrios de gente acomodada y de clase media.Se les llama barriadas y casas "frías".Con ese dato se "frentea" la casa.Frentear es llegar y a punta de pistola, fingiendo ser la autoridad o no, y obligar a sus ocupantes a entregar la mercancía ilícita.Se amordaza a los presentes y se les encañona, si se resisten a cooperar las consecuencias pueden ser funestas.La motivación de Mario es el dinero, con el que se mantiene él, a sus familias y a sus vicios.El sujeto es consciente de que si lo agarran sus "víctimas" es hombre muerto, y si lo hace la Policía le espera la cárcel, pero con suerte y buen dinero podría comprar a los agentes."Arreglas con ellos, te tumban la droga y te dejan ir o le das dinero y te quedas con la droga y no ha pasado na"".El dinero obtenido de la venta de la droga tumbada se reparte entre quienes participan del ilícito, a quien informa, a quienes "pistolean" a los dueños de la mercancía y a quienes pone un carro.Se necesitan varios autos y muchas armas.Mario trabaja, pero no quiso decirnos su actividad.Nos explicó que hasta la conversación telefónica que manteníamos era peligrosa, razón por la cual todos los tumbadores cambian su teléfono celular cada 6 meses porque las empresas que dan ese servicio colaboran con las autoridades.Describió a los tumbadores de droga como maleantes fríos y con nervios de acero."Cuando no estás en eso eres la mejor persona, todo el mundo te quiere, te habla y te pide".El sociólogo Gilberto Toro está convencido de que el ambiente social y delictivo en nuestro país fue marcado violentamente con el 20 de diciembre de 1989.Ese hecho creó una confusión entre quiénes eran los buenos y quiénes los malos.Para algunos los norteamericanos eran el ejército libertador y para otros, el invasor.Personas de todas las clases participaron de saqueos, a partir de allí el panameño descubre que puede tomarse las calles.Detrás de esa invasión venía otra, la de los delincuentes foráneos.Con el derrocamiento de los militares, quienes manejaban el negocio de las drogas, el mercado quedó a la deriva.Toro reveló que en aquel entonces los colombianos intentaron tomarse Curundú y San Miguelito y formar en Panamá carteles de droga; sin embargo, aunque no existían las bandas, creadas posteriormente en las cárceles, los grupos liderados por delincuentes renombrados como "Media Luna" y "Medio Man", organizaron una especie de ejército contra los colombianos.En ese submundo se libró una lucha nacionalista que impidió la injerencia de facinerosos extranjeros.Los delincuentes criollos han repelido la entrada al país de mafias colombianas, chinas, hasta rusas, que se han metido en todos los países que han podido.Ni siquiera las maras centroamericanas han podido establecerse en Panamá.El sociólogo sostiene que no existe una conexión entre las maras y las bandas panameñas, ya que sus estilos, historia, raíz y sentimientos son diferentes.El sociólogo explicó que el tráfico de drogas es uno de los mayores problemas de nuestro país, porque resuelve a las personas.Muchas familias han construido y ampliado sus casas, educado a sus hijos y se alimentan a punta del dinero que le genera esta actividad delictiva.Gilberto Toro sostiene que si se ocupa a los miembros de las bandas criollas en un programa de desarrollo, en el cual no tengan tiempo para fumar su "feeling" o para "pensar monstruosidades", nadie se metería con nadie.Ellos le han expresado que quisieran un trabajo que a la hora de la salida sólo les diera ganas de comer y descansar.El experto instó a quienes trabajan con bandas a tomarse a todos los barrios con proyectos y no suscribirse sólo a grupos o sectores.Toro concluyó señalando que el delincuente de hoy cree que se puede entrar y salir de ese submundo, y que cualquier necesitado se atreve a jugar a delincuente.Lo triste del caso es que la justicia no perdona y no hace diferencia entre un delincuente novato, que por razones sociales se vio empujado a actuar, frente a un experto, quien generalmente no está preso".Los policías juran honrar y defender las leyes y a los ciudadanos, pero algunas veces le dan prioridad a sus intereses y necesidades personales que a ese juramento.El 12 de mayo pasado, un capitán, jefe de la sub estación de San Carlos, y un cabo, transgredieron las normas y fueron detenidos por sus colegas por estar involucrados presuntamente en un "tumbe" de drogas.Seis agentes más fueron investigados.Otro capitán fue puesto a órdenes de las autoridades cuando intentó ingresar a un centro penitenciario con un kilo de droga para unos detenidos extranjeros.El subcomisionado Juan Cerezo se defiende diciendo que si se habla de narco policías, también tendría que anteponerse ese adjetivo a otras profesiones: narco abogados, narco banqueros, entre otros.Añadió que desde el momento en que un agente viola la Ley deja de considerarse como tal y es tratado como un delincuente común.El sociólogo Gilberto Toro manifestó que la mayoría de nuestros policías son vecinos buenos, cuya convivencia en un ambiente donde hay delincuencia se hace muy difícil.Con esta razón, el ex candidato presidencial Ricardo Martinelli, justificó la creación de una ciudad policial, donde los policías no tuviesen que convivir con los delincuentes.Pero el sociólogo considera que esa no es la solución.La clave está en darle mayores incentivos a los agentes y sanear la institución de malos elementos, porque de nada sirve que como unidad actúe según todo lo que se le enseñó en la academia, cuando sus superiores estén involucrados en ilícitos.