Poeta ciego celebra una unión dichosa, tras una vida trágica
- Mujib Mashal
La guerra en Afganistán le había quitado muchas cosas a Zaheer Zindani: sus ojos, su padre, su hermana y su primer amor. Pero tenía una oportunidad de comenzar de nuevo, al tiempo que se preparaba para casarse con una mujer que su madre se había esforzado incansablemente en encontrar.

Cuando Zaheer Ahmad Zindani quedó ciego a los 17 años, su amor se casó con otro. En casa el día de su boda. Foto / Jim Huylebroek para The New York Times.
KANDAHAR, Afganistán — El joven poeta se encontraba sentado en la silla de peluquero, frente a un gigantesco espejo en la pared que no podía ver.
El poeta era Zaheer Zindani, y era la víspera de su boda. La guerra en Afganistán le había quitado muchas cosas: sus ojos, su padre, su hermana y su primer amor. Pero tenía una oportunidad de comenzar de nuevo, al tiempo que se preparaba para casarse con una mujer que su madre se había esforzado incansablemente en encontrar.
Bibi Sediqa, su madre, encabezaba las celebraciones para el gran día en diciembre. Ella y un grupo de mujeres llevaron a Zindani a casa de la novia para una fiesta de henna tradicional. A la noche siguiente, iba en el asiento delantero del auto que llevó a la novia a su nuevo hogar.
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“Esta fue mi primera felicidad real en la vida”, dijo Sediqa tras la boda.
Contó que se casó a los 14 años. En los primeros años de la invasión liderada por Estados Unidos, un ataque aéreo estadounidense causó la muerte de su esposo en su distrito natal de Gereshk, en Helmand. Ella tenía 26 años y quedó a cargo de tres hijas pequeñas y dos hijos. Zindani tenía 7 años.
Tras reubicarse en Chaman, un área en la frontera con Paquistán, cocinó y limpió en hogares paquistaníes para alimentar a sus hijos. Zindani se enamoró de una amiga de la infancia.
Entonces, ocurrió otra tragedia. Mientras Zindani, de 17 años, y una hermana menor viajaban para visitar a unos parientes, su autobús detonó una bomba del talibán colocada a un lado del camino. Su hermana murió calcinada; Zindani quedó ciego.
Sediqa trasladó a la familia a la ciudad de Kandahar. Durante un par de años, trabajó aplicando vacunas contra la poliomielitis.
La familia del amor adolescente de Zindani lo rechazó después de que quedó ciego, y casó a la chica con alguien más. Zindani estaba decidido a demostrar que la ceguera no era el fin.
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Sin embargo, convencer a cualquier familia de que casara a su hija con un invidente era una labor difícil, y recayó sobre Sediqa. Tocó hasta 18 puertas, indicó Zindani.
Durante su trabajo de vacunación, Sediqa conoció a Sima, una mujer de veintitantos años que daba clases a niños en su casa. Llegó a simpatizarle a Sediqa, quien comenzó a hablar con la familia de Sima. Después de más de una docena de visitas en el curso de un año, los padres de Sima dijeron que sí.
La discapacidad de Zindani no era mucho problema, dijeron, siempre y cuando tuviera buen carácter y demostrara que podía cuidar de una nueva familia.
Los padres de Sima dijeron que ella había dado su consentimiento. Pero antes de un acuerdo final, la madre y la hermana de Sima fueron al hogar de Zindani para una última conversación con el futuro novio.
“Querían asegurarse de que yo sería bueno con su hija, que respetaría sus derechos, que no la maltrataría”, dijo Zindani. “Tanto mi madre como yo les dijimos que dado que soy discapacitado y que ellos están siendo generosos conmigo, la trataré como mi corona”.
El día de la boda, un pequeño convoy de autos partió del hogar de Zindani al de la novia, serpenteando a través de las calles de Kandahar.
Zindani parecía contento y entusiasmado. Dijo que lo que quedaba de su amor anterior, y el desamor que experimentó, se limitaba ahora en gran parte a la inspiración poética. Recitó uno de sus versos más recientes:
Vine a este callejón a preguntar por mi amor
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Deambulo en ruinas; esperaba que escuche mi suspiro.
Zindani señaló que tenía grabadas las imágenes de su vida antes de quedar ciego.
“El amor con los ojos abiertos —cuando te has enamorado de alguien que has visto— es diferente que con los ojos cerrados”, dijo Zindani. “Cuando no puedes ver a la persona, la sed no es saciada de la misma forma”.
Cuando el convoy regresó a casa de Zindani con la novia, Zindani se quedó afuera, en el callejón oscuro, mientras sus amigos bailaban.
“Quisiera poder verlo”, dijo Zindani. “Pero mi corazón está feliz”.
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