A 4 décadas de la génesis de la PC
Recuerdo que, en mis frecuentes visitas a los bancos más prestigiosos del istmo, en los despachos de sus más importantes ejecutivos resaltaba la presencia de una PC IBM. En la mayoría de los casos, telarañosas por falta de uso, pero no obstante un símbolo de prestigio en tiempos donde solo las secretarias sabían diestramente manejar un teclado...
Fotografía de archivo cedida por IBM, el primer computador que esta compañía sacó al mercado, el 5150, en 1981. Foto: EFE/IBM/HO.
Sin duda alguna, estamos viviendo la época de mayor transformación en la historia de la humanidad. Desde todo punto de vista, vale la pena vivir el momento porque anteriormente el acelerador del cambio estaba en modalidad lenta, la vida era en todo sentido más monótona, la gente nacía, vivía y moría en la misma vivienda del mismo barrio del mismo feudo. Percibía los mismos rostros y gozaba las mismas costumbres a lo largo de su existencia.
El 12 de agosto de 1981, el acelerador del desarrollo humano se apisonó a su máxima expresión. IBM anuncia su PC Personal, modelo 5150. La reputación de la empresa, su visión de aquel concepto "calidad es hacer las cosas bien la primera vez" y detallazos como el empaque, presentación y el prestigio de poseer el producto, impulsó las ventas en la recién creada División de Productos Masivos en una empresa enfocada en mastodontes de computación.
Conozco bien su historia porque fui parte de ella como empleado de IBM Panamá, posteriormente involucrado en la estrategia de ventas y distribución desde su sede para las Américas y Medio Oriente en North Tarrytown, New York.
En aquellos tiempos narrábamos la leyenda de la oficina sin papeles como un cuento de Adán y Eva, sobre cómo IBM había logrado implementar internamente el intercambio de documentos sin necesidad de imprimirles y contábamos con un sistema de comunicación interno que nos permitía el intercambio de información inmediata con cualquiera de los 400,000 empleados a nivel global.
Ello dejaba embobados a los ejecutivos que abordaban el concepto de productividad implementando sistemas de rendimiento acelerado en sus empresas. Recuerdo que, en mis frecuentes visitas a los bancos más prestigiosos del istmo, en los despachos de sus más importantes ejecutivos resaltaba la presencia de una PC IBM. En la mayoría de los casos, telarañosas por falta de uso, pero no obstante un símbolo de prestigio en tiempos donde solo las secretarias sabían diestramente manejar un teclado, recordando lo sabio que fue mi padre en contratar una profesora de mecanografía que nos ilustró sobre el tema durante nuestras vacaciones de verano de escuela primaria.
Eventualmente, IBM perdió ese gran mercado de productos masivos para nuevamente concentrarse en los computadores titánicos que aun domina. Ello fue una de nuestras polémicas internas en Nueva York porque la empresa estaba diseñada para dictar pautas y no tanto para escuchar las recomendaciones y retroalimentación de sus clientes pequeños.
En nuestro caso, posterior al horario de oficina, dictábamos conferencias y clases de español, portugués e historia, cultura y costumbres latinoamericanas y caribeñas a nuestros homólogos gringos en la casa matriz para que entendieran mejor su universo, tema que graciosamente atrajo atención de mis jefes que no veían mayor beneficio en aquello.
Recuerdo lo sucedido con un gerente técnico oriundo de Kansas que era experto en la impresora de la PC IBM mejor conocida como Proprinter. La empresa inauguró una fábrica en Martínez, barrio industrial en la periferia de Buenos Aires. Al encontrar una serie de defectos particulares en aquella planta, le convidé a acompañarme para su resolución. Tuve que torcerle el brazo porque no quería viajar.
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Obligado, viajó conmigo a la capital argentina. Como tenía acumuladas millas en hastío por mis frecuentes viajes, le obsequié las suficientes para viajar juntos en primera clase. Una vez despegados del aeropuerto John F. Kennedy y de gozar de una estupenda cena a bordo de la aeronave de Eastern Airlines, le tomé el pelo y le confirmé que había reservado una carreta de 4 caballos en el aeropuerto de Ezeiza porque en Argentina no había automóviles. Pesada broma, no pudo dormir toda la noche. Posteriormente quedó arrebatado con la vivencia. ¡Cómo ha cambiado el mundo desde aquella génesis de la PC IBM hace 40 años!
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