Despertar de los pueblos
Hablar de la VII Cumbre de las Américas es revivir el bello recuerdo histórico del Congreso Anfictiónico de Bolívar de 1826 cuando se buscaba la unidad continental ante la amenaza de países como España, Portugal, Francia, Prusia y Rusia, que deseaban mantener un pleno control sobre los estados independizados de América. Para muchos políticos de esa época, lo más llamativo era la imposición de un sistema democrático que contribuyera a plantear esquemas para el desarrollo americanista con ideas liberales bajo la responsabilidad de una autoridad en cada país cuyo pensamiento era el respeto soberano en cada región. Tan respetable autoridad debe su existencia a una asamblea constitucionalista americana encargada de la defensa del continente.
Pero lo cierto es que el congreso bolivariano de 1826 nunca llenó las expectativas por las diversas disoluciones que mantenía el congreso colombiano frente a la Doctrina del Destino Manifiesto inspirada en la doctrina Monroe: América para los americanos. Esta disposición proyectó la actitud y conducta conquistadora de los estadounidenses quienes vieron al istmo de Panamá como un punto estratégico para sus intereses. Sin embargo, esta cumbre de las Américas no revela que sea la transformación positiva para Panamá, ya que cuando se analizan temas de diversa índole regional ciertos aspectos y factores políticos relucen provocando distanciamiento que conlleva al deterioro de las relaciones, en el ámbito hemisférico, de cada país.
Pero partiendo de la realidad objetiva, vemos con gran escepticismo el desarrollo y los resultados de esta VII Cumbre de las Américas, sin embargo, los pueblos de América siguen enmarcados en diversos problemas sociales, económicos, educativos culturales y políticos que no resultan ser más que la inconformidad de una América sumergida en problemas hemisféricos. Vemos con plena objetividad que todo se traduce en una fiesta tercermundista para lucir galas de primer mundo y decir que dará buenos frutos.
Es importante que los pueblos fijen sus esperanzas en lograr reconocimiento y respeto, a las ideas y al derecho de su autodeterminación, la auténtica democracia, la justicia social, la paz, la prosperidad y, sobre todo, la valoración del ser humano y el respeto al libre juego de las ideas para que cada ciudadano pueda expresarse libremente.
La concertación de la VII Cumbre de las Américas debe ser más que una reunión de líderes políticos en la que se presenten propuestas positivas que contemplen transformaciones sociales y democráticas que rompan esquemas autoritaristas y prevalezca el ideal político. De resultar lo contrario, la cumbre será vista como una reliquia de hermosas palabras de los líderes del hemisferio que no ven la realidad de un continente que está sumergido en problemas sociales y económicos.