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El monopolio legal de la fuerza

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Ante la degeneración del movimiento de protesta desencadenado por los seguidores del destituido Director de la CSS en un principio de caos y una amenaza al orden constitucional, la Policía Nacional actuó con prudencia y profesionalismo.

Aquéllos que buscan generalizar algunos excesos que deben ser investigados y equipararlos con la represión de la Dictadura Militar, lo hacen demagógicamente para justificar sus propios abusos a los derechos de terceros, a la violencia ilegal que ellos mismos ejercieron y a sus propias violaciones a la neutralidad de áreas como los cuartos de urgencia de los hospitales.

Una de las primeras funciones del Estado ha sido monopolizar la fuerza o violencia a fin de garantizar que sólo sea utilizada en contra de quienes atenten contra la vida, la honra y los bienes de los asociados, y en proporción suficiente para contener o detener la amenaza.

Para estos efectos surgieron las guardias, los ejércitos, las policías y hoy en día, los diferentes estamentos de seguridad y fuerzas especiales.

Este ejercicio de la fuerza legal es reclamado por la población en casos de olas delictivas, amenazas externas y para restablecer el orden cuando el caos intenta apoderarse de las ciudades.

Para hacerlo con eficiencia y eficacia el Estado debe dotar y entrenar a sus cuerpos de seguridad para que se actúe con base a protocolos bien definidos que conduzcan la acción en proporcionalidad a la amenaza y al resultado requerido.

Otra gran preocupación es que estas estructuras de fuerza legítima se mantengan sometidas al imperio de la Ley y no pretendan utilizar las armas que les ha dado la República en contra de ella misma o su forma de gobierno.

Un Estado moderno no puede permitir que nadie se tome la justicia en sus manos; por el contrario debe promover que los criminales se pongan en manos de la justicia.

Un Estado moderno no puede permitir bandas criminales azotando a la población ni tampoco fuerzas irregulares, sean extranjeros o nacionales, imponiendo su voluntad o llevando a cabo un proyecto político a través del fusil.

Esto es así incluso si los pretendidos guerrilleros o terroristas aducen estar avanzando la causa nacional.

Sólo el Estado debe tener cuerpos armados y sólo el Estado debe organizar la defensa nacional.

Cuando se desbordan las pasiones políticas y surgen los movimientos de protesta es muy fácil caer en la provocación y la violencia.

Con demasiada frecuencia se reclaman derechos, pisoteando los derechos de terceros.

Para justificar el camino del caos se cuestiona la capacidad del sistema en dar respuestas inmediatas y efectivas.

La demagogia apela a los sentimientos más básicos y a las experiencias anteriores para desencadenar la demolición de la institucionalidad e incitar a la revolución.

Ante amenazas de ese tipo que ponen en peligro la vida, la honra y los bienes de los asociados y el sistema que propende a su garantía, el Estado está legitimado para restaurar el orden a través de los instrumentos que le da la Ley, y éstos incluyen el uso de la fuerza legal.

El cambio de estrategia de los protestantes al uso de las vías pacíficas es positivo y hay que reconocerlo.

Los que no estamos de acuerdo con todas sus ideas reconocemos su derecho a manifestarlas, a denunciar lo que no les gusta y proponer lo que sí desean.

Lo que ninguna nación civilizada puede permitir es que un grupo, sea minoritario o mayoritario, secuestre la voluntad del resto de la población a través de la violencia.

El movimiento de restitución de Juan Jované en la Dirección de la CSS entra en una nueva semana y se anuncia una huelga general.

Todos esperamos que los huelguistas respeten el derecho de los no huelguistas a continuar con sus actividades sin ser molestados.

También esperamos que de no ser esa su intención, el Estado nos pueda garantizar el ejercicio de nuestros derechos y nuestras libertades.

Y cuando usted logre que su hija o hijo prefiera la lectura a otro tipo de entretenimiento o gratificación, tómelo de la mano y cómprele un libro, recorran las diferentes librerías (ahora existen varias con sala infantil), visiten las bibliotecas, llévenlos a conocer los autores y autoras panameñas, organicen su círculo de lectura familiar.

Con esto, no sólo habrá logrado inculcarle el hábito de la lectura: ¡Le habrá cambiado la vida!*Magíster en Género y Desarrollo Humano y directora encargada del Teatro Infantil "Tía Dora"
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