La huella musical de los jesuitas
Los jesuitas aprovecharon esa fascinación que la música y la danza provocaban en las festividades indígenas. Así comenzaron a utilizar aquella música y aquellas danzas en los oficios religiosos. De esta manera, los misioneros podían involucrar a toda una población facilitando el proceso evangelizador.
La huella musical de los jesuitas
La obra de evangelización de los sacerdotes jesuitas durante la colonia se llevó a cabo a través de la educación musical, la escritura y la construcción de instrumentos musicales. Los jesuitas pertenecen a una orden religiosa católica. Una orden religiosa es un tipo de instituto religioso reconocido por la Iglesia católica. La componen individuos que están unidos por un reglamento establecido por el fundador de dicha orden. La orden religiosa de los jesuitas o Compañía de Jesús fue fundada por el joven soldado san Ignacio de Loyola, quien dejó las armas para ayudar a las almas. La Compañía de Jesús fue aprobada en 1540 por el papa Pablo III. En la colonización de América, los misioneros católicos se encontraron con una diversidad de idiomas y culturas indígenas. Los jesuitas emplearon el lenguaje musical para favorecer la comunicación entre el mundo europeo y el mundo indígena. En su larga experiencia evangelizadora, los jesuitas se dieron cuenta de que la música tenía un gran poder comunicativo, de atracción que sobrepasaba las barreras culturales y lingüísticas.
Los jesuitas, en su labor misionera, partieron de su posición frente al "nosotros" y frente a los "otros". Por lo general, los colonizadores europeos consideraban a los indígenas como "bárbaros". Para los jesuitas, los bárbaros son aquellos que durante su gobierno son tiranos y tratan a sus súbditos como bestias. Para ellos, los hombres llegados en razón son aquellos que reconocen a sus vasallos "iguales en naturaleza e inferiores en tener menos obligación de mirar por el bien público".
Esto explica la diferencia en el trato que los misioneros jesuitas daban a los indígenas. Los jesuitas aprovecharon esa fascinación que la música y la danza provocaban en las festividades indígenas. Así comenzaron a utilizar aquella música y aquellas danzas en los oficios religiosos. De esta manera, los misioneros podían involucrar a toda una población facilitando el proceso evangelizador. Como herencia de este actuar de los jesuitas tenemos hoy que en muchas ocasiones ponemos en práctica la doctrina cantada repetidamente, que es la forma de preguntas y respuestas que se pone en escena en el canto alterno del coro y solista, de manera teatral y muchas veces en conexión con bailes.
Cuando se disponía de grandes coros y orquestas para celebrar las eucaristías, se podía notar que se incrementaba la alegría de los creyentes en la liturgia. Así también se incentiva la construcción de instrumentos musicales y las copias de partituras.
En nuestro Panamá, los jesuitas han dejado su huella musical. Recordamos al sacerdote Néstor Jaén (1935–2006), a quien conocimos cuando nos desempeñamos como tutores del internado para estudiantes indígenas Ju Ni Ngäberegwe (La Casa de los Ngäbes), dirigido por los jesuitas en San Félix (Chiriquí). Allí el padre Néstor, con su gran humildad, pasaba las navidades y semanas santas con los indígenas. Allí, en aquel internado, los jóvenes indígenas de las montañas encontraban apoyo intelectual y económico para estudiar en los colegios del oriente chiricano.
El padre Néstor compuso la música típica panameña "Dios, nuestra alegría" con los ritmos folclóricos del tamborito, la tamborera y la cumbia panameña. Además, compuso la misa de los 500 años, que también se conoce como la "Misa Latinoamericana".
Educador.