La transformación de la audiencia frente al periodismo: ¿estamos listos para escuchar y dialogar?
La transformación de la audiencia frente al periodismo: ¿estamos listos para escuchar y dialogar?
Durante décadas, los medios de comunicación establecían la llamada agenda setting y, como si se hablara desde un podio o un púlpito, dictaban la agenda informativa de los países. La audiencia, por años, recibía y leía los mensajes que emanaban de los medios, y en muchos casos, sin opinar. Hasta que surgieron espacios donde, por lo menos, se podía enviar una carta al director del medio (también conocida como carta del lector o dirigida al defensor de las audiencias). En el caso de la radio, el público participaba cuando se decidía abrir las líneas telefónicas.
Hoy la democratización de la información dio un giro drástico a la participación de las audiencias, que pasaron de un rol pasivo a uno activo, llegando incluso a poner sobre la mesa temas de la agenda pública: desde asuntos gubernamentales hasta cuestiones comunitarias o críticas a los propios medios.
Este giro, impulsado por la digitalización, rompió con las estructuras unidireccionales que usualmente utilizaban los medios. Las redes sociales no solo transformaron la manera en que se distribuye la información, sino que también influyen en quién la recibe. Aquella audiencia pasiva pasó a convertirse en un usuario creador de contenido, con voz propia, que decide dónde, cómo y cuándo informarse.
Este cambio de paradigma invita a muchas reflexiones. Ya el periodista no es el único que narra los hechos. Aunque siempre existirán elementos que diferencian al periodismo profesional como el contraste de fuentes, la verificación de datos, la pluralidad de voces y el tratamiento ético de la información, la narrativa informativa se ha descentralizado.
Esto representa un claro desafío: ¿estamos realmente preparados para escuchar y dialogar? La audiencia ya no quiere un monólogo; quiere estar presente, participar. El "cuarto poder" ya no pertenece solo a los medios. Ahora entra en una nueva faceta. La gran pregunta es: ¿estamos listos para esta etapa crucial?
No se trata de renunciar al periodismo ni a su ética, sino de reconocer que estamos ante una reconstrucción o mejor dicho, una nueva construcción del vínculo con los públicos, como parte de un proceso colectivo. En la medida en que se entienda que la audiencia tiene un lugar, una voz, saberes, emociones y experiencias, podremos avanzar hacia un periodismo con verdadero aporte social.
Para lograr esta transformación, es necesario entender a las audiencias, darles el espacio que merecen, atender sus necesidades y comprender su sentir. Solo así podremos construir juntos nuevos canales de comunicación, donde exista una retroalimentación genuina sobre los temas que realmente les interesan, contados desde una perspectiva humana y real, lejos de intereses políticos y económicos.
Solo así podremos luchar juntos contra la desinformación y entablar una nueva conversación pública, donde se exija más transparencia, más interacción y un mayor cuidado con las palabras. Escuchar a la audiencia es la clave para fortalecer ese diálogo humano entre el público y los periodistas.
Y es que, para que el periodismo siga siendo relevante, no puede seguir hablando solo: necesita de sus audiencias. El periodismo es un diálogo permanente y no un monólogo ni un dogma.