Las mortales balas perdidas
Cuando Goloso escuchó eso, quedó tan impresionado que abrió de tal manera sus ojos quedando en shock! Todos en silencio respetaron su reacción.
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 07/3/2020 - 12:00 am
Conchita mandó a su nieto José Ricardo de 6 añitos, a quien apodaban cariñosamente “Goloso”, a la tiendita que estaba a una cuadra no más de su casa a comprar unos panecitos y dos quesos para desayunar juntos ese día.
Goloso iba feliz porque ese día comería pan, que hace días no probaba solo unas tortitas que en su condición de niño, lo tenían cansados, porque eran de harina, sal y agua. Tan feliz caminaba de regreso, pensando lo que iba a “banquetear esa mañana” que no reparó en el alboroto que se había formado a su alrededor, donde se escuchaban detonaciones que le parecían fuegos artificiales y se dijo: parece que hay fiesta, pero ¿tan temprano? La respuesta a sus interrogantes fue -¡boom! Un balazo, que lo derribó, quedando regadas por el suelo el motivo de su alegría, sus queridos panecillos calientitos.
Conchita había escuchado las detonaciones y sin poderlo evitar el corazón se agitó en su pecho y gritó : ¡Goloso, niño mío! En ese instante llegaron con el niño en brazos, herido como pájaro en cacería. Conchita una mujer de avanzada edad, de la impresión se desplomó ahí mismo.
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Alguien llamó al 911 y fueron trasladados al nosocomio más cercano. Cómo Conchita estaba sin conocimiento una vecina acompañó a los Paramédicos.
Una vez recuperada, la abuela de Goloso dio los informes requeridos mientras atendían al niño. Pasadas varias horas, por fin, los médicos asomaron la cara, con no muy buen semblante, Conchita al verlos, corrió y suplicante pidió ver a su muchachito, uno de los médicos la apartó mientras los otros se alejaban, ella sin que pudiera evitarlo rompiendo a llorar se imaginaba lo peor.
El médico calmándola le dijo: tranquila, su nieto vive, pero, la bala “perdida” le ocasionó daños serios que le impedirán caminar. ¡Santo Dios! Exclamó Conchita llena de dolor. Pobrecito mi niño.
ígame doctor él lo sabe ya? – no, porque esta dormido por la anestesia para sacarle la maldita bala. Doña Conchita muy afectada dijo: y quién se lo va decir? Porque yo no tengo valor para hacerlo.
El médico comentó: no se preocupe eso es responsabilidad nuestra, pero, quisiera que usted esté presente para darle ánimo ya que no tiene ni idea, de lo que le pasó. Conchita solo sollozaba sin consuelo.
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Algo estable ya, por la atención y medicamentos tranquilizantes administrados, Goloso miraba extrañado a su abuela que sentada a su lado lo miraba con infinito amor acariciando con suavidad sus tiernas manecitas.
Con voz apagada preguntó: Maita, como le decía: ¿por qué estoy aquí? Si a mi no me duele na’, y ¿por qué tengo forra’ la cabeza?
Ella armándose de valor le dijo: lo que pasa hijo es que, el día que fuiste a comprar los panecillos recibiste un tiro de una bala perdida. - ¿bala perdida? De quién Maita? ¿cómo así? - lo que pasa es que, parece que unos muchachos jugaban disparándose y una bala te dio a ti. ¿ah sí? Preocupado preguntó: ¿Maita y los panes y los quesos donde están?
Ella conteniendo el llanto, dándole un tierno beso, le dijo: Esos quedaron regados por el suelo cuando te caíste.
Goloso con una profunda tristeza comento: Ay Maita, cuándo volveremos a comer pan otra vez! Imposible no conmoverse ante tanta ternura e inocencia. Ella con la voz entrecortada le dijo dándole consuelo: no te preocupes mi corazón que pronto volveremos a comprar.
El animándose dijo: Sí Maita? Ojalá no me toque otra bala perdida de esos muchachos y llegue con los panes a casa y a comer pan de nuevo Maita, decía entusiasmado. Al día siguiente el doctor en compañía de otro médico y estando Conchita presente se acercó a la cama de Goloso y le dijo: Hola campeón? ¿Todo bien? el niño lo miró curioso y preguntó : ¿ya puedo irme a casa con Maita? - Si tan pronto te quite las vendas, pero hay algo muy importante que tengo que decirte.
Muchos niños han sido impactados por una bala perdida algunos murieron dejando muy tristes a quienes los querían mucho como tu Maita te quiere a ti, gracias a Dios tu no has muerto pero, sufriste un pequeño problema que va impedir que vuelvas a caminar.
Cuando Goloso escuchó eso, quedó tan impresionado que abrió de tal manera sus ojos quedando en shock! Todos en silencio respetaron su reacción.
Cuando pudo hablar dejó ver cuál era su preocupación al decir casi llorando: Ay Maita, por culpa de esos muchachos que dispararon esa bala perdida no podré ir más a la tiendita a hacerte tus mandados ya que siempre te duele la pierna.
Y rompió a llorar, todos se miraron conmovidos hasta dejar caer una lágrima. Goloso fue trasladado a su humilde casita y la vida continuaba, las vecinas ayudaban a Conchita en ciertas cosas.
Un día tocaron a la puerta, al abrir Conchita había un grupo de jóvenes portando una silla de ruedas y con pena en sus rostros dijeron a la Maita de Goloso: Señora viendo las consecuencias de nuestro mal proceder arrepentidos, entregamos nuestras armas a las autoridades, y antes de comenzar un programa de rehabilitación, hemos decidido reparar en algo el mal causado donándole esta silla de ruedas para ayudarla con la carga que le llegó por nuestra irresponsabilidad y suplicarle que nos perdone.
¡Wao! Conchita no sabía si era realidad lo que veía y escuchaba y sólo pudo decir: si Dios ha tocado sus corazones, quién soy yo para meterme en sus decisiones?
Váyanse tranquilos, que nunca los juzgué y gracias por el noble gesto de la silla. Al día siguiente Conchita, empujando una silla de ruedas iba con su nieto que alegre le decía :Maita, aunque no pueda caminar, con la ayuda de esta silla podemos ir los dos a comprar nuestros panecillos y hacer tus mandados y sonreía feliz.
Ojalá esas bandas delincuenciales limen sus diferencias, para no causar tanto daño con sus mortales balas perdidas. Bernardina Moore.
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