Epicentro
Sobre la legislación de escaparate
Legislación de escaparate se produce en salas altas e intocables, aterciopeladas por el lujo, y alimentadas, muchas veces, por la insensibilidad de aquellos que parasitariamente aferran intereses personales a destinos de la vida pública.
- Arnulfo Arias O.
- /
- - Publicado: 09/3/2021 - 12:00 am
Leyes que carecen de ese estudio básico y del mestizaje de las realidades propias y que se traducen, al final, solo en el dolor de aquellos miles que no se llegan a beneficiar jamás. Leyes para cosas no son leyes para hombres. Foto EFE.
Bonitas, muy bonitas, son las letras de esa carta magna nuestra, a veces cinceladas en los bloques relucientes de ese mármol importado que reviste alguno que otro de los edificios públicos. Palabras que parecen el decoro inalcanzable del analfabeta y el aturdimiento incomprensible del necesitado.
Todos son iguales en balanza natural y en nacimiento, nos proclama bellamente esa Constitución; al nacido le promete protección y amparo, al cercenarse ese cordón umbilical que le dio vida. Al obrero su salario justo, al agricultor su tierra y vida decorosa. A la madre dan cobijo paternal y comprensión las bellas frases de la prosa normativa.
La realidad es otra, sin embargo, y como en el charco de las salamandras, que al secarse se devorará la una a la otra, así también el escenario nuestro de la vida pública se hace.
El político consciente perece casi sin remedio en esa arena y el salvaje gladiador facineroso allí suele prosperar, como maleza en la parcela aquella que jamás se atiende y cuida.
Por nuestra propia mano, y por el apetito incontrolable de miles de electores inconscientes, nos hemos adentrado más y más en las arenas movedizas de la historia, en las trampas de los pueblos que no saben prosperar.
Legislación de escaparate se produce en salas altas e intocables, aterciopeladas por el lujo, y alimentadas, muchas veces, por la insensibilidad de aquellos que parasitariamente aferran intereses personales a destinos de la vida pública.
Normas que, sin conocerse, se presumen conocidas, a la luz de ese principio absurdo de sabiduría legal, tan ficticio como inoperante en nuestro suelo esplendoroso de Latinoamérica.
Aquí se enseña la lectura, pero desde el foro público, asediado por los pocos, se prefiere fomentar la falta de conocimiento; se llenan muchas veces los estómagos, pero no se enseña nunca a preparar los alimentos; se regalan las semillas, pero no se enseña a producir.
VEA TAMBIÉN: Francisco Gómez Miró: héroe y precursor de la gesta independentista
Leyes carentes de alma y cuerpo, se promulgan como adornos pulcros e intocables, de esos que se admiran para hacer sufrir a quienes no podrán jamás costearlos.
Leyes que carecen de ese estudio básico y del mestizaje de las realidades propias y que se traducen, al final, solo en el dolor de aquellos miles que no se llegan a beneficiar jamás. No es para qué se legisla, sino para quién. Leyes para cosas no son leyes para hombres.
Abogado.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.