No somos islas
Pierden esos momentos maravillosos donde uno se conecta vitalmente con los que nos necesitan y se construyen puentes donde fluye lo mejor de uno y revitaliza al otro, lo reanima, lo hace sentirse mejor. Y cuando eso pasa, uno mismo se siente mejor.
No somos islas, debemos estar en comunicación y comunión profunda con los demás, y sentirnos parte esencial de esta vida, manteniendo una relación íntima con Dios, quien es la fuente del amor. Foto: EFE.
Una distorsión del concepto humano muy usual en esta cultura, en extremo capitalista, individualista, materialista, es de que se piensa que cada persona es un ser aislado que puede sostenerse y manejarse solo.
Que el fin único o el sustancial de un individuo es buscar la dicha personal, el bienestar y la felicidad para su propio ser. Que los demás y todo lo que lo rodea está en función de eso. Que el fundamento de todo el existir es mi propio Yo, y por eso el comportamiento normal de todo mi ser está movido por mis intereses personales, y lo demás está muy en segundo lugar. Todo lo que hago tiene que ver con lo mío, y al final es lo único que importa.
Por eso hay muchas personas que viven como una isla en medio de un océano de indiferencia a lo social, a lo político, a lo económico y aún a la verdadera religión, porque lo único que importa es mi salvación personal.
Esto promueve un corazón apático, frío, duro como una piedra, que ve a los demás como cosas que usar, o desechar. No se siente el menor dolor ante la situación dramática que viven los otros, sobre todo en el tema de la pobreza y miseria, injusticias, dramas familiares, conflictos, guerras, epidemias. Cuando uno se siente amenazado por lo que viven otros, la única reacción es defenderse, protegerse.
No hay manera de salir de su fortaleza amurallada, sino más bien cuando hay situaciones que afectan a la sociedad, inclusive a gente cercana, el movimiento instintivo y único, es meterse más dentro de su recinto protector, impidiendo ningún contacto humano con los otros.
Estos son auténticas islas, y son personas que por hacer todo esto no viven, se pierden ocasiones hermosas para amar, para servir, para darse a otros, para sentirse útiles, para realizarse de manera plena en el mundo.
Pierden esos momentos maravillosos donde uno se conecta vitalmente con los que nos necesitan y se construyen puentes donde fluye lo mejor de uno y revitaliza al otro, lo reanima, lo hace sentirse mejor. Y cuando eso pasa, uno mismo se siente mejor.
De no hacerlo así, uno reprime lo más hermoso que está en uno que es el amor, y esa energía, esa fuerza espiritual, esa vida divina que está en uno, languidece, se va secando, desaparece. Y cuando eso pasa uno muere en vida, se convierte en un cadáver ambulante.
VER TAMBIÉN: El fracaso de la idea liberal de derechos
No somos islas, debemos estar en comunicación y comunión profunda con los demás, y sentirnos parte esencial de esta vida, manteniendo una relación íntima con Dios, quien es la fuente del amor.
Monseñor.
Comunicación
Conflictos
Cultura
Indiferencia
Individualismo
Injusticia
Intereses
Miseria
No somos islas
Personas