Una realidad que no podemos ignorar
Lamentablemente, dialogar con algunos de los que impulsan estos movimientos se ha vuelto cada vez más difícil.
Una realidad que no podemos ignorar
Por más compromiso que tengamos, sería irresponsable ignorar lo que está ocurriendo en las calles. Salir a caminar por la ciudad, hablar con comerciantes, escuchar a ciudadanos o simplemente recorrer nuestras comunidades, nos enfrenta a una sensación general de desánimo, incertidumbre y frustración.
Los negocios están vacíos. Los emprendedores, que con esfuerzo han levantado sus pequeñas o medianas empresas, viven días difíciles. Muchos no logran cubrir sus costos fijos, algunos están pensando en cerrar y otros ya lo han hecho. Esta situación, sin duda es el resultado de una acumulación de años de malas decisiones, pero se ha agravado últimamente por las constantes huelgas y cierres de vías. Aunque el derecho a la protesta es legítimo y debe respetarse, no podemos cerrar los ojos ante el daño profundo que estas acciones están provocando en la economía nacional y en la vida cotidiana de millones de panameños que intentan salir cada día a ganarse el sustento de forma honrada.
Lamentablemente, dialogar con algunos de los que impulsan estos movimientos se ha vuelto cada vez más difícil. Existe una desconexión preocupante entre las causas que dicen defender y las consecuencias reales que sus acciones están generando. El país necesita paz, necesita moverse, necesita producir. Las puertas del diálogo deben seguir abiertas, pero también es necesario que todos entendamos que no podemos destruir el país supuestamente intentando mejorarlo.
A esto se suma otra preocupación grave: la violencia. En los últimos días, sectores como El Chorrillo han sido escenario de balaceras y hechos lamentables. Esta ola delictiva no puede seguir creciendo. Las autoridades competentes deben redoblar esfuerzos y recursos para devolverle la tranquilidad a nuestras comunidades.
Este no es un artículo para señalar culpables, sino para alzar la voz con responsabilidad. Nos encontramos en un momento delicado, donde cada decisión cuenta, y donde la estabilidad del país está en juego.
Panamá merece que todos pongamos de nuestra parte, porque, cada día que pasa sin decisiones acertadas, es un día más que retrocedemos.