La filantropía en América Latina es menor que en otras regiones del mundo: ¿cómo puede cambiar el panorama?
América Latina y el Caribe tiene un potencial filantrópico enorme, pero aún sin activar.
Expertos repasaron el estatus de la filantropía en la región. Foto: Cortesía
Las donaciones filantrópicas en América Latina y el Caribe son mucho menores que en otras regiones del mundo, incluso cuando las necesidades siguen aumentando.
Un nuevo informe, “Cinco agendas para activar la transformación del sector filantrópico en América Latina y el Caribe”, respaldado por la Fundación Rockefeller y elaborado por The Resource Foundation y Dalberg Advisors, propone un enfoque innovador y local para fortalecer los resultados en comunidades y poblaciones de la región.
En el caso de América Latina, la filantropía tiene el potencial de movilizar más de USD 5 mil millones de dólares anuales, al activar tan solo el 1% de la riqueza privada de la región, según los autores del informe. Esa cifra es comparable al total de la ayuda internacional que la región recibe actualmente.
El estudio también identifica los principales desafíos estructurales que enfrenta el sector filantrópico en la región, incluyendo la falta de inversión estratégica y la desconfianza pública, y hace un llamado a los líderes filantrópicos para que replanteen la forma en que se gestionan los recursos.
“América Latina y el Caribe tiene un potencial filantrópico enorme, pero aún sin activar. Necesitamos una filantropía que deje atrás las soluciones temporales y trabaje por cambios estructurales y sostenibles”, afirmó Lyana Latorre, vicepresidenta de la Fundación Rockefeller para América Latina y el Caribe.
Según World Giving Index, las donaciones privadas apenas representan entre 0,2% y 0,3% del PIB, muy por debajo de economías desarrolladas como Estados Unidos (1,5%) o Canadá (1%) y hasta 50% menor que economías comparables como Indonesia o Sudáfrica (ambas en ~0.4%).
En este contexto, la ayuda internacional también se ha reducido drásticamente, dado que un importante número de países están reduciendo sus presupuestos de cooperación, lo cual representa un desafío significativo para la región de América Latina y el Caribe. En respuesta, este nuevo informe destaca la urgente necesidad de fortalecer la filantropía local y regional para garantizar la continuidad de las iniciativas transformadoras en beneficio de las comunidades de la región.
Otro desafío clave es la confianza: Latinobarómetro evidencia que solo el 27% de los latinoamericanos confía en las ONG, lo que limita la disposición a donar a través de canales formales. A esto se suma una fuerte presencia de “filantropía silenciosa” o generosidad invisible, en la que muchas personas donan directamente a comunidades o causas locales sin que esos recursos se contabilicen ni se articulen estratégicamente.
En contraste a la falta de confianza, la población en la región demanda acciones con impacto y resultados tangibles. Según una reciente encuesta de la Fundación Rockefeller, el 78% de la población de América Latina apoya la cooperación internacional si se demuestre efectiva, por encima de la media global del 75%.
“En todo el mundo, la filantropía desempeña un papel fundamental al unir aliados, movilizar recursos y ampliar soluciones que mejoran la vida y el bienestar de las personas”, afirmó Elizabeth Yee, Vicepresidenta Ejecutiva de Programas de la Fundación Rockefeller. “Con base en nuestra trayectoria en la región, en la Fundación Rockefeller nos enorgullece acompañar a las organizaciones filantrópicas y a otros aliados en América Latina y el Caribe en la construcción de un futuro más saludable, seguro y próspero”.
Cinco agendas para transformar la filantropía
A partir de este diagnóstico, el informe propone cinco agendas estratégicas para transformar la filantropía en América Latina y el Caribe. Estas agendas surgieron de un amplio proceso de escucha, diseñado con plena conciencia de la diversidad y complejidad del ecosistema filantrópico de la región. Más de 70 líderes de toda la región —incluyendo organizaciones filantrópicas, empresas, grupos de la sociedad civil y actores locales— compartieron sus perspectivas a través de entrevistas y grupos focales. El proceso también se nutrió de la revisión de más de 40 informes y estudios, lo que permitió fundamentar los hallazgos en una base sólida y diversa de evidencia.
Colaboración radical: Promover un cambio cultural en la forma en que las organizaciones trabajan juntas. La co-inversión sin co-creación es simplemente coordinación, no colaboración genuina. Es por esto que este estudio propone pasar de proyectos aislados a alianzas sostenidas, con estructuras de gobernanza compartida, metas comunes y mecanismos de evaluación conjunta que permitan escalar los resultados
Movilización de recursos locales: Fomentar una nueva generación de donantes que vean la filantropía como un instrumento de transformación social y no solo de asistencia. El reto es ampliar las fuentes de financiamiento, integrar nuevos actores (familias, emprendedores y empresas emergentes) y generar incentivos (a través de los gobiernos y los mercados de capital) que faciliten la participación sostenida porque la realidad actual no es una falta de riqueza en la región, sino la incapacidad de activarla.
Inversión con propósito: Priorizar la calidad sobre el volumen de los fondos. El estudio plantea la necesidad de diseñar inversiones más estratégicas, que midan su retorno en términos de impacto social, sostenibilidad y fortalecimiento institucional, no solo en resultados inmediatos. Cuando los recursos se otorgan como caridad se quedan cortos; desplegados como inversión social, pueden impulsar cambios sistémicos
Liderazgo local: Tratar a las comunidades como beneficiarias crea dependencia. Se debe reconocer el conocimiento y la capacidad de las comunidades para gestionar su propio desarrollo y que tengan un rol de aliados, asegurando la apropiación compartida del cambio. Las agendas filantrópicas deben adaptarse a las realidades territoriales, respetar los saberes locales y construir soluciones que respondan a los contextos culturales, económicos y ambientales de cada lugar.
Profesionalización del sector: Fortalecer el sistema no es un gasto administrativo, se debe impulsar una infraestructura filantrópica moderna, con mejores sistemas de información, talento especializado y mecanismos de rendición de cuentas que fortalezcan la legitimidad del sector. Invertir en capacidades propias es la base para aumentar la efectividad y el impacto colectivo.
"La filantropía en América Latina y el Caribe tiene una enorme energía latente. El capital existe, el talento también. Lo que necesitamos ahora es activarlos con propósito, construir confianza y demostrar que invertir en la región no es asistencialismo, sino estrategia de desarrollo", compartió Beatriz Guillén, directora ejecutiva de The Resource Foundation.