Panamá
Los estudios de biodiversidad tienen rostro joven
- Karol Elizabeth Lara
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En los parajes de un cerro misterioso, jóvenes investigadores se adentran a estudiar la rica diversidad de animales, con la meta de ayudar a su protección.
Panamá
En los parajes de un cerro misterioso, jóvenes investigadores se adentran a estudiar la rica diversidad de animales, con la meta de ayudar a su protección.
La tesista Carolina Mitre durante un ascenso para colocar cámaras trampa en lo alto de un árbol. Foto: Karol Lara
Hay zonas que requieren protección por su alto valor en cuanto a diversidad y endemismo de aves. Foto: EFE/ Bienvenido Velasco
Las cámaras trampa permiten acceso casi permanente a especies habitualmente evasivas. Foto: Cortesía/Adopta Bosque
Macario González durante una gira nocturna por Chucantí. Foto: Karol Lara
Melquíades Castillo evalúa las especies de murciélagos presentes en la reserva. Foto: Adriano Duff
En medio del bosque, los científicos cuentan con una base con los implementos necesarios. Foto: Karol Lara
La salamandra Bolitoglossa aff. biseriata. Foto: Cortesía Adriano Duff
Los monos aulladores tratan de alejar a los visitantes. Foto: Cortesía Adriano Duff
Carolina Mitre se prepara para colocar cámaras trampa. Foto: Karol Lara
Cada 100 metros, Josué Justo se detiene y por 10 minutos enumera las aves que halla a su paso. A un lado del camino deja la pesada mochila, con los implementos necesarios para completar su tarea.
Subir por los parajes del Cerro Chucantí, una reserva privada ubicada en el límite de las provincias de Panamá y Darién, requiere condiciones físicas de atleta. Los caminos son pedregosos, retadores y dependiendo de la estación del año, poco amigables.
Este conteo forma parte de la metodología que Justo emplea en su investigación sobre la "Diversidad de aves en tres niveles altitudinales dentro de Chucantí".
"La metodología que estamos utilizando no es muy común, se usa poco. A nivel nacional nos ayudará a tener una línea base con un listado de aves de la reserva y permitirá que otros científicos puedan replicarla", narra Justo a Panamá América, mientras desenreda de las redes de niebla un pájaro verde.
Durante su periplo por el cerro, Justo lamenta no haber podido llevar más herramientas. Admite el titánico reto que supone, en matera logística, trabajar en lugar tan remoto, donde en la estación seca los carros 4x4 pueden ingresar hasta los 700 metros, de un total de 1,439 m, y en época lluviosa no queda de otra que apelar a la fuerza de los animales de carga.
A sus veintitantos años sabe que la vida está en juego, debido a una mala pisada, la caída de una rama o "la traición" de un animal, sin embargo, el deseo de concretar los objetivos planteados en la investigación le inyectan energía.
Espera que sus aportes sirvan de base para otros proyectos, ya que existen pocos monitoreos que apliquen este enfoque, además recuerda la importancia de destacar aquellas zonas que requieren protección por su alto valor en cuanto a diversidad y endemismo, sobre todo en un momento de crisis climática que puede afectar a la avifauna local.
Paralelamente, en los senderos de esta reserva, la estudiante tesista de biología con orientación en zoología, Carolina Mitre, le echa el ojo al próximo árbol que les servirá de anfitrión a sus cámaras trampa.
Mitre es la investigadora principal del proyecto "Estado de las poblaciones de vertebrados terrestres y arbóreos, mediante el uso de cámaras trampa, en Cerro Chucantí", el cual es financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), bajo la convocatoria de nuevos investigadores.
Como parte de su labor, Mitre ha desarrollado habilidades de escaladora de árboles. Mientras en casa su madre reza cada vez que sale de gira, en los bosques ella tira con determinación las cuerdas que la ayudan a conocer cómo es la vida silvestre en las alturas.
"La rama en la que tiramos la cuerda de vida tiene que contar con un diámetro que soporte el peso. También es ideal que una rama de seguridad quede debajo. Por seguridad mantenemos dos ramas sobre la cuerda de vida", precisa.
Y sí que vale la pena todo el esfuerzo. Esperar tanto tiempo para ver qué misterios ocultan estos inquilinos del bosque le acelera el corazón.
"Es una sorpresa cuando vamos a revisar las cámaras después de tres meses. Ver las fotos, los selfies, los pumas intentando morder la cámara. Esperar tanto tiempo para llegar a revisarlas es la mejor parte", explica.
La tesista puntualiza que las cámaras instaladas en el dosel (copas de los árboles) acumulan más registros fotográficos y toman en torno a 6 horas revisarlas, con el apoyo de programas especiales. Las que están ubicadas a nivel del suelo tardan de 2 a 3 horas.
Hasta la fecha ha identificado 94 especies de vertebrados, logrando más de 3,000 fotos en más de 35 ubicaciones en la reserva. En cuanto a los vertebrados más abundantes en el dosel del bosque están el mono araña negro del Darién, el mono cara blanca y el aullador. Con respecto a los terrestres se han registrado ñeques, pavos y zorros cangrejeros.
Conocer el estado de las poblaciones de estos animales, recuerda Mitre, servirá para implementar planes de acción más efectivos de estas especies y podría convertirse en una referencia para replicar en otros sitios.
Los chicos de la noche
Cuando el sol se despide y la oscuridad se acentúa bajo el espesor de los árboles, Macario González y Melquíades Castillo toman las linternas y emprenden su viaje, uno cerca de los cuerpos de agua y hojarascas buscando serpientes y ranas; el otro, mamíferos voladores.
González tiene vista aguda. Entre las hojas secas identifica, a la distancia, pequeñas ranas que bien pudieron terminar aplastadas por sus incautos acompañantes. Y entre las ramas ve pequeñas culebras arrastrarse. Las toma con maestría en las manos, no sin antes advertir la pestilencia que pronto alterará el olfato, como parte del mecanismo de defensa que usan algunas de estas especies de reptiles.
Las serpientes son parte de su rutina, a tal punto que en una ocasión le fueron conferidos poderes de hechicero. Los habitantes de una apartada comunidad vieron cómo Macario dominaba sin problemas a una X (Bothrops asper) por lo que se acercaron a pedirle la oración para también hacerlo. Pero detrás no había conjuros, sino preparación científica, esa que le permite hoy en día ayudar a los médicos a tratar las mordeduras de serpientes.
Hace pocos años, González formó parte del equipo que reportó el descubrimiento de la rana de Greta Thunberg (Pristimantis gretathunbergae sp. nov.). Actualmente tiene varias especies aún por describir. Junto a otros colegas trabaja en la descripción formal de una cecilia (anfibio sin patas que parece una lombriz), de dos especies de ranitas cohete y serpientes.
"Tenemos una especie nueva confirmada de serpiente que encontré durante mi trabajo de graduación, que está pendiente de análisis morfológicos para poder hacer la descripción formal", recalca González, quien no olvida la dificultad que supone contar con el dinero para completar la descripción de una nueva especie.
Calcula que describir una especie animal puede costar cerca de 7,000 dólares, ponderando solo elementos básicos.
Por su parte, Castillo toma con delicadeza un murciélago frugívoro mientras medita sobre los incomprendidos que son estos animales, a pesar de que juegan un rol fundamental en los ecosistemas. En este sentido advierte que la tarea de educar a la población, en relación con una convivencia armónica, sigue pendiente.
"Estudiarlos nos da una idea de la diversidad que hay y cómo podemos conservarlos. Al igual que muchas otras especies, ellos también sufren de pérdida de hábitats o enfermedades", puntualiza.
El investigador resalta que no se sabe con exactitud cuántas especies de murciélagos hay en el país, pero a nivel personal estima que existen unas 130. En Chucantí, donde evaluó la diversidad de murciélagos, encontró 29 especies en dos noches.
Castillo sueña con que en el país se siga innovando cada vez más, cuando se trata de investigaciones sobre biodiversidad. En esta línea aspira a que en Panamá se implementen estudios de biología molecular, en los que se profundice más a nivel genético y se vaya dejando de lado el viejo sistema de la actualidad.
Justo, Mitre, González y Castillo componen una pequeña muestra de la nueva generación de biólogos que se inclinan por la investigación, pese a que ello signifique alejarse de "la civilización" y adentrarse en los parajes de un cerro misterioso. De hecho recientemente acudieron al llamado en pro de cuidar la reserva Sierra Llorona, en Colón, zona de amortiguamiento de los Parques Chagres y Portobelo, amenazada por el Corredor del Caribe.
Allí, pese al inhóspito camino que dejan a su paso las lluvias, los jóvenes pusieron una vez más su conocimiento a disposición de la defensa del patrimonio verde.
Una base para los futuros y actuales investigadores
Cerro Chucantí es una isla entre las nubes, hogar de múltiples especies endémicas y la estación de investigación donde converge el conocimiento de los veteranos y los noveles.
En medio de un ambiente prístino, adecuaciones básicas se han levantado para hacer más cómoda la labor de investigación de sus inquilinos.
El biólogo Guido Berguido, director de Adopta Bosque y quien ha liderado los esfuerzos para establecer una base de investigación en Chucantí, no tiene el registro exacto de la cantidad de científicos que han pasado por el lugar, pero cree que la cifra supera los 500.
"Disponer de instalaciones como esta en la estación biológica de Cerro Chucantí es vital. Contar con baño higiénico, cama, cocina e internet es de gran importancia para facilitar la realización de estudios a largo plazo. Por aquí han pasado más de 500 personas", subraya Berguido.
Para estudiar en Chucantí, Berguido puntualiza que los interesados deben contar con permisos de investigación y colecta del Ministerio de Ambiente, luego contactarlos para completar una serie de formularios.
La fama de la reserva ya rebasa fronteras. Chelina Batista, directora de Ciencia de la organización, destaca que muchos biólogos que vienen a Panamá ya tienen referencias de la asociación y de Chucantí, a la vez que más tesistas acuden para completar sus trabajos académicos.
La bióloga resalta que Chucantí apenas tiene 15 años de investigación, pero la proyección es seguir creciendo en este aspecto y emular a Barro Colorado para lo cual la colaboración de la nueva camada de investigadores se erige como una pieza fundamental.
***EL TRABAJO EN EL BOSQUE [VIDEOS]***
¡El fascinante trabajo de campo!
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