La Bandera Nacional y las banderitas
Se trata, de respetar las instituciones jurídico-políticas, que atañen a nuestros símbolos patrios, a las distintivas de la República de Panamá, pues la Bandera Panameña se entiende, nos representa a todos por igual. Pero una bandera, propia de un colectivo; no tiene que ver nada, en lo absoluto, con la panameñeidad ni con nuestra forma de ser...
La Ley 34 de 1949 regula los Símbolos Patrios de la Nación, estableciendo que lo son el Himno Nacional, la Bandera Nacional y el Escudo de Armas. En el año 2012 se expidió la Ley No. 2 de 23 de Enero, que vino a reformar algunos artículos de la Ley 49 de 1934. Una de esas normas, con respecto al uso de la Bandera Nacional, prescribe que no ondeará, ni se pondrá, en la misma asta de la Bandera Nacional, otra bandera, indistintamente si es de otro Estado o de cualquier otro ente, independientemente de su naturaleza, sea política, social, cultural, sindical, religiosa, etc.
Recientemente, un joven diputado de nuestro país, declaró, frente a un reducido número de manifestantes de la comunidad LGTBIQ, que tenía la esperanza que algún día, “muy prontamente”, la bandera LGTBIQ (Iniciales de lésbico, gay, transgenérico y bisexual), ondearía dentro de la Asamblea Nacional, órgano del Estado panameño que es, constitucional y legalmente, el encargado de hacer las leyes de la República.
El problema radica, fundamentalmente, en que en la Asamblea Nacional, a como también en los restantes órganos del Estado panameño, en las dependencias o instituciones autónomas y semiautónomas, en las embajadas, en los consulados, y otras instituciones en donde luce la Bandera Nacional, no puede pretenderse que una bandera distinta y que representa, su símbolo, una ideología de género o de lo que sea, luzca al lado de la Bandera Nacional, que, como lo indica la Ley es la Bandera de todos los panameños, baluarte representativo de la panameñeidad.
Se trata, sin duda alguna, de respetar las instituciones jurídico-políticas, las instituciones que atañen a nuestros símbolos patrios, a las instituciones distintivas de la República de Panamá, pues la Bandera Panameña se entiende, nos representa a todos por igual.
Pero una bandera, propia de un colectivo; una bandera de una agrupación, de grupos o sectores sociales, independientemente de que se trate de una ideología de género o de las llamadas ideologías progresistas o de la Agenda 20-30, no tiene que ver nada, en lo absoluto, con la panameñeidad ni con nuestra forma de ser, como personas ni como población, pues no son cuestiones que atañen a la nacionalidad y a lo que dicho concepto, sociológicamente, traduce.
Los diputados, las autoridades, están, conforme a la Constitución y a la Ley, para representarnos a todos y no para hacerse de consignas de grupos o de sectores y pretender, lejos de los fines propios del derecho y de la ley, institucionalizarse en la vida de todos los panameños.
Es hora ya que los leones rujan y que despierten los que duermen, que salgan a decir las cosas, de modo claro y enérgico, sin diálogos que conceden o retroceden ante lo que pretende llamar a lo inmoral, moral; a lo injusto, justo; a lo indecente, decente; a lo contranatural, natural.
Debemos expresar, con claridad meridiana, las ideas y no aceptar imposiciones, ni pretender como cosas buenas, aspiraciones de sectores que llevan una fuerte dosis o carga de ser contrarias a la idiosincrasia, a la cultura, a la cristiandad y a la espiritualidad de todos los panameños.
VEA TAMBIÉN: Educación para la promoción de los valores y la decencia
No puede ser cierto que permitamos un discurso excluyente a nuestras instituciones que, como la familia y el hogar, dan sustento a nuestra fortaleza como nación, y que, por otra parte, ahora se nos diga que pueden ser creadores de familia personas, del mismo género, que juntas o unidas o con la “pantomima” de haberse casado, pueden también llamarse familia, pero contradiciendo con ello a las leyes naturales y, sobre todo, las leyes de Dios.
La familia, señores, autoridades (Aquellas cuantas que, de manera excepcional, abandonan sus funciones constitucionales y legales, para ocuparse y atender a los voceros de la agenda 20-30 y de todo cuanto ella entraña), tiene propósitos bien definidos: la procreación y el fortalecimiento de los valores que hacen de las familias pueblos fuertes y estos a naciones sólidas en principios y valores de vida.
La familia es un concepto sagrado, no es un concepto vulgar que pueda ser desatendido para sustituirlo por concepciones irracionales y amorfas de vida y carentes de principios en la formación de individuos.
Una bandera, cuyo distintivo es promover intereses de grupo, jamás puede llegar a consolidar un concepto que al ser aplicado pueda predicarse de él que significa un estandarte en la dignidad nacional y que ello pueda ser objeto o motivo de orgullo de toda la población panameña.
Nada tan ilógico como infundado lo expresado por el joven parlamentario que, sin duda alguna, pierde el norte de sus funciones. ¡Dios bendiga a la Patria!
Abogado.