Epicentro
Sobre las libertades de conciencia del ser humano
El libre mercado de las ideas, el libre mercado del consumo y opinión, la libertad de la conciencia, de la religión y de la fe, la libertad de profesión, de estado civil, y hasta la libertad de la ignorancia o de la formación, son todos, al final, una expresión de la conciencia individual...
- Arnulfo Arias O.
- /
- - Publicado: 27/10/2020 - 12:00 am
Por razones arraigadas en los rincones mismos de mi infancia, al haber nacido en una dictadura militar, naturalmente tiendo a deplorar cualquier imposición injusta a las libertades que el hombre porta desde su temprana cuna y que deberían sostenerlo, como un andamiaje, por el resto de su vida; libertades individuales que, por más que estén escritas con el puño, existen previamente ya en el individuo, como el propio aliento que respira.
Cualquier imposición a la sana y libre voluntad del ser humano, constituye una cadena material que impedirá en el individuo el desarrollo pleno; cualquier ley que, como carga de profundidad, entra a regir aquellas cosas que solo la conciencia debe gobernar, encontrará siempre un rechazo natural como respuesta.
No se trata de abstenerse de ese ejercicio funcional de entrar a legislar sobre conductas que pudieran ser lesivas a la sociedad.
Se trata más bien de respetar ese principio sano, no compatible con el ejercicio público, de que el individuo puede libremente hacer aquello que no esté prohibido por la ley.
El libre mercado de las ideas, el libre mercado del consumo y opinión, la libertad de la conciencia, de la religión y de la fe, la libertad de profesión, de estado civil, y hasta la libertad de la ignorancia o de la formación, son todos, al final, una expresión de la conciencia individual; son la elección suprema, que es legado de la vida y del latido de la sangre, sin que ninguna autoridad humana pueda darlas, porque ya son parte de la fibra misma de la humanidad.
Por eso, no nos acostumbremos simplemente a la obediencia ciega de disposiciones que de plano encuentran un rechazo en nuestro fuero interno y aspiremos a decir un día lo que los profetas modernos de la paz, como Martin Luther King o Gandhi, han legado: hay un juez en mí, supremo siempre en su justicia y en sus juicios de criterio por encima de la simple ley escrita por el hombre; mi conciencia jamás se inclinará ante el comercio institucionalizado de opresión; la ley se hizo para el hombre y debe ser su compañera fiel y espejo mismo de conciencia individual.
Más allá de eso se convierte en lastre y en anclaje, en cadena y opresión, en sombra y en abismo.
Lo anterior solo se logra con aquel concierto natural y comprensivo entre aquellos que legislan y aquellos que se dejan legislar; en la comprensión de que siempre se gobierna para el tiempo que se sale, pero nunca se gobierna para el tiempo en que se está; que la condición de legislar jamás podrá hacerse una perpetuidad en el que legisla, sin que sobrevenga aquella oxidación de la moral y la conciencia que lo alejan y distancian del honor de legislar.
VEA TAMBIÉN: Discrepancias en el sentido educativo
Abogado.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.