Muérdase la boca
Muérdase la boca
Una de las cosas que más nos causan arrepentimiento es la de haber dicho cosas imprudentes que pueden causar ofensas, rupturas, resentimientos, malentendidos, y en ocasiones hasta descalabros financieros, políticos y crisis internacionales. El apóstol Santiago habla de la lengua que siendo un órgano pequeño puede como un minúsculo fuego quemar y destruir un bosque entero. El hablar sin pensar, motivado por emociones sin control, por reflexiones superficiales, por prejuicios, por influencias mal intencionadas, por informaciones no confirmadas, pueden llevar a la ruina a matrimonios, gremios, comunidades de diversa índole y hasta guerras. A veces inclusive por querer decir un chiste sobre alguien podemos causar conflictos. Por eso toda prudencia es necesaria, cuando se trata con personas, gremios, negociaciones, acuerdos, tratados, todo lo que se refiera a posibles consecuencias negativas y hasta nefastas.
Pensar antes de hablar, razonar las expresiones antes de pronunciarlas, esto es cumplir con un sencillo código de relaciones humanas que deberíamos llevar impreso en la mente. Por ejemplo, preguntarme: ¿lo que voy a decir es bueno, no hace daño a nadie, tiene fundamento en la verdad, es oportuno decirlo ahora, no provocará malentendidos? Estas son normas elementales que deberíamos cumplir. Cuidar nuestras relaciones con las personas es fundamental, ya que parte de nuestro bienestar emocional, mental, social y espiritual dependerá de cómo nos llevemos con la gente, de cómo las tratemos, de cómo somos con el próximo. Amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como uno a uno mismo, son mandamientos del Señor, todos de estricto y obligatorio cumplimiento y para nuestro bien.
Cuántas desgracias se han dado en la vida por palabras mal pronunciadas, hirientes, humillantes, excluyentes, de doble sentido, vulgares, que quizá no se dijeron con la intención de hacer daño, o probablemente sí, y el efecto es el mismo: se crea un conflicto, se ocasiona una ruptura, se afecta una relación interpersonal. Todo esto se puede evitar si mantenemos el control de la lengua, pasando en lo posible por un filtro mental lo que vamos a decir. No estamos hablando sólo de las conversaciones cotidianas, sino sobre todo en aquello donde la relación interpersonal sea más vulnerable y delicada, donde el otro esté presente con todas sus facultades plenas y tiene todas sus zonas vitales a flor de piel, y podemos hacer un daño inclusive irreversible. Hablo de una conversación delicada y crucial padre hijo, esposo esposa, jefe a subalterno, negociaciones comerciales, políticas, militares. En cualquier conversación familiar, por más común que sea, podemos estar pisando minas explosivas por una discusión fuera de lugar, una broma mal empleada, una expresión de enojo dicha sin delicadeza, un comentario imprudente. Por eso siempre, pensar antes de hablar.