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Una agenda para la diplomacia académica

La Sociedad de la Información, surgida de la Tercera Revolución Industrial, impuso cambios y aceleró los procesos de transformación sociales.

Gregorio Urriola Candanedo | opinion@epasa.com | - Actualizado:

Una agenda para la diplomacia académica

La denominada iniciativa "Futuros de la Educación", de la Unesco, destaca cuatro mensajes clave para la educación superior en el horizonte del año 2050: "1. Responsabilidad activa en el desarrollo del potencial de la humanidad; 2. Promover el bienestar y la sostenibilidad; 3. Nutrirse de la interculturalidad epistémica y la diversidad; y, 4. Crear y mantener la interconexión," (ver: Iesalc-Unesco, 2021).

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La Sociedad de la Información, surgida de la Tercera Revolución Industrial, impuso cambios y aceleró los procesos de transformación sociales y productivos, las instancias económico-financieras, pero igualmente las políticas y de gobernanza. Ahora, frente a la Cuarta Revolución Industrial, pasamos de la sociedad impulsada por las Tecnologías de la Información y Comunicación al mundo digital; de la sociedad del conocimiento, a la del aprendizaje, donde otras tecnologías y ciencias complejas marcan el rumbo: Inteligencia Artificial, Robótica, Fabricación 3D, pero igualmente las neurociencias, la nanotecnología, la ecología de los sistemas bio-humanos, entre otras muchas que dictan la pauta de la modernización que las entidades formadoras de talento humano, al más alto nivel, debemos asimilar, incorporar y difundir dentro de las tradicionales funciones que realizamos universalmente, a saber, formación y docencia, la investigación científica e innovación, y la vinculación con los sectores sociales.

Para cumplir con las demandas del cambio societal en curso, en el marco de una globalización que no para (no obstante la quiebra del paradigma globalista y neoliberal de su primera hora), se impone la definición de una Diplomacia Académica activa, que explote en beneficio de las inmensas mayorías, las ventajas de una internacionalización inteligente, holista, prospectiva y proactiva, que deje atrás el paradigma de la cooperación académica fragmentada, parcial, asimétrica y pasiva, como apéndice de unas relaciones académicas internacionales herederas del "asistencialismo Norte/Sur" y el neocolonialismo y la mendicidad económica.

En este sentido, los entes universitarios, sus cuerpos directivos, el gobierno nacional, deben fijar una verdadera Estrategia de Diplomacia Académica para nuestro país, basada en un diagnóstico de nuestras fortalezas y debilidades, como país, y como sistema de educación superior, ciencia y tecnología, en correspondencia con los retos nacionales del siglo XXI. También implica, con pragmatismo sereno, sopesar los intereses de los bloques, regiones y países con los que debemos cooperar, y, dentro de ellos, con sus agencias especializadas e instituciones pares, procurando dejar de lado, narrativas ideologizadas, inercias del pasado y neocoloniales ligadas al "poder blando". La diplomacia académica, para ser efectiva, debe asumir los presupuestos de cualquier diplomacia genuina: realismo y pragmatismo.

Entender contextos e intereses de los actores es prioritario, a fin de no crear expectativas falsas o incoar actividades sin real base de sostenibilidad. (McGill Peterson, P.: Diplomacia y educación, International Higher, Education, International Issues:3) Igualmente hace falta explicitar nuestros valores y principios – lo cual no siempre es fácil- más allá de invocaciones hueras. La diplomacia académica debe estructurarse sobre un real principio de solidaridad y cooperación, propios de la tradición científica y universitaria, el pluralismo teórico y el beneficio mutuo; la educación superior como Derecho y no negocio; la ciencia como bien público. Esto es un primer paso a fin de ubicar actores internacionales, temas y tratar de indicar algunas prioridades en una amplia agenda de trabajo común a fin de que la internacionalización ejerza su fuerza en pro del desarrollo de los pueblos.

La agenda pendiente de las relaciones académicas de Panamá pasa necesariamente por poner al día la agenda de cooperación internacional en materia científica y tecnológica con un enfoque estratégico y geopolítico. De ella no pueden estar ausentes actores tradicionales como los EEUU, pero tampoco China, de la cual un reciente reporte indica que China es actualmente líder en 37 de 44 tecnologías críticas (ver informe de la ASPI, marzo, 2023, disponible en https://www.abc.net.au/news/2023-03-02/china-critical-future-technologies-west- aspi-report/102041318). Por razones geográficas, Centroamérica y el Caribe, aparecen en la brújula, y a nivel de América Latina, tres socios capitales: México, Brasil y Colombia; que a su vez sirven de puente para el entramado de Mercosur y la región andina.

Es importante que los temarios bilaterales y multilaterales aborden con realismo y profundidad la cooperación en temas de real interés, empezando por el clima y la biodiversidad, pero escalando a aspectos tecno-económicos en proyectos de envergadura, como la permanente modernización de la plataforma logística del país, los servicios logísticos y económico-financieros, la interconexión eléctrica y digital, y temas de la agenda pública muy sensitivos como: migraciones, salud pública, atención a riesgos y desastres, democracia y derechos humanos, por mencionar algunos. Temas nacionales pendientes, como la apertura "formal" de la conexión terrestre con Suramérica; la interconexión eléctrica y digital; la construcción de un medio ferroviario desde Argentina hasta México, que bien puede iniciar con un ferrocarril Panamá-México; la interconexión portuaria y logística; la banca de desarrollo regional, son asuntos en los que EEUU, China y la potencias regionales tienen algo que aportar a través del conocimiento y formación de talento humano, trabajando en proyectos conjuntos y cofinanciamiento. ¡Hacer Nuestra América sobre una base socio-productiva!

No será tema menor, acordar los medios idóneos, tales como una serie robusta de programas doctorales en las áreas críticas, con apertura de cátedras internacionales donde participen expertos de universidades estadounidenses, chinas, europeas y latinoamericanas; así como programas de investigación e innovación que consoliden nuestra exigua planta de mil investigadores y su refrescamiento periódico. Si no es así, ¿cuándo y cómo alcanzaremos la meta de que el 75% de los docentes universitarios tengan título de Doctor? Mejorar las bases de medios de comunicación digital, el empleo de medios electrónicos de última generación, incluida IA, podrían sacar adelante un "hub

panameño" de educación superior, ciencia y tecnología que complemente el hub comercial y financiero, en torno al Canal de Panamá y el centro financiero, así como la aún mediatizada base portuaria (¿para cuándo explotaremos la bahía de Charco Azul y el mega puerto de Puerto Armuelles?)

Necesitamos modernizar la enseñanza y aprendizaje de lenguas: inglés, sí, prioritariamente, pero igualmente, mandarín, portugués, francés, alemán… Nuestros recursos humanos panameños no podrán aprovechar muchas de las ofertas y becas, si las universidades no perfeccionamos el aprendizaje de lenguas extranjeras de nuestros docentes y estudiantes.

Por último, subrayo la mejora de las capacidades de búsqueda, negociación y desarrollo de financiamiento entre los donantes y cooperantes foráneos (fundraising), tanto de sus entidades universitarias como de fondos públicos y privados donde la filosofía sea no la caridad, sino el "ganar- ganar". ¿Es todo esto posible? Sí, Todo esto es posible y, peor aún, imprescindible si deseamos ser actores y no meros agentes pasivos de las sociedades del conocimiento en construcción en este nuevo orden mundial multipolar emergente. Unamos inteligencia, voluntad y perseverancia. Hay que ser audaces y tercos.

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