Debemos levantar la mirada al cielo
Eso nos empobrece, nos frustra a la larga, nos entristece. Tenemos hambre de Dios, de trascendencia, de eternidad. Estamos hechos para Dios.
Monseñor Rómulo Emiliani
No podemos vivir con la mirada enfocada en la tierra solamente. Enfrascados en los negocios, las tareas familiares, de estudios, de actividades políticas, gremiales, artísticas, de diversión, y de cualquier otra índole. No fuimos creados para estar ocupados solo en la realidad terrena.
Eso nos empobrece, nos frustra a la larga, nos entristece. Tenemos hambre de Dios, de trascendencia, de eternidad. Estamos hechos para Dios y no descansaremos hasta encontrarlo. Tenemos ansias de lo divino, de lo que sabe a cielo. Nuestra alma solo se puede saciar plenamente de Dios. Cuando eso no se da, buscamos desesperadamente algo que supla la presencia de Dios, y de eso nos llenamos. Estamos hechos para beber del manantial sagrado de la vida, del agua viva que es Dios, agua pura, divina, y al no encontrarla, buscamos los charcos inmundos, impuros, infectados del mundo, donde terminamos intoxicados. Ese es nuestro drama, nuestra tragedia. Por eso estamos como estamos. Por eso hay tantos drogadictos, tantos ladrones y estafadores, tantos conflictos familiares, políticos, y guerras civiles e internacionales. Todo lo mundano se convierte en dios. El dios dinero, el dios placer, poder, fama. Los egos se magnifican, y aparecen los Hitler, soberbios y sanginarios dictadores. Y los narcotraficantes, y los sicarios. Los que se creen dios, o actúan como dios.
Cuando se cambia a Dios por los dioses de barro del mundo vienen las desgracias más terribles. Uno se convierte en un adorador de cualquier realidad terrena, siempre caduca, limitada, finita, y cuando este dios falso se desmorona, uno termina aniquilado. Y todo dios falso paga mal a sus adoradores. Los vacía de paz, de amor, de ilusión. Nada más hay que ver la guerra a muerte entre carteles o bandas de narcotraficantes por mantener el control del negocio maligno que ha llevado a tanta gente a la desgracia.
Cómo se matan entre ellos. El dios dinero, es un dios en extremo sanguinario. Siempre un reguero de sangre. Levantar la mirada al cielo, contemplar la presencia de Dios con los ojos de la fe, ponerlo en primer lugar, llenar el corazón del amor divino, sentir la iluminación del Espíritu Santo, experimentar el abrazo del Cristo redentor y meternos en el corazón del Padre y saber que El nos ama y nos perdona, eso es lo más grande. Eso nos evita arrodillarnos ante los dioses falsos. Eso nos da una libertad tan grande y nos hace plenos, serenos, en armonía interior, y felices. Debemos levantar la mirada al cielo, siempre con los pies bien puestos en la tierra. Y recordar que con Dios somos invencibles.
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