Meritocracia vs. Mediocridad
Meritocracia vs. Mediocridad
En los múltiples campos del quehacer humano que atañen lo artístico, científico, académico, profesional y deportivo, principalmente, como medio de reconocimiento por el desempeño individual o colectivo, se otorgan premios, galardones, medallas, distinciones, etc. Si bien puede resultar gratificante ser merecedor de tales honores, es menester tomar en cuenta los siguientes aspectos:
- El éxito nunca es de una sola persona. Ya sea que un atleta gane un campeonato o que un estudiante sea laureado por sus notas, por sí solos no lo hubiesen logrado. Siempre hay personas que apoyan de múltiples maneras: familia, amigos, maestros, compañeros, entrenadores, críticos (la crítica constructiva ayuda a madurar), entre otros. Los que no tienen esto presente, dan lugar al pregón: "El sacerdote olvidó cuando era monaguillo".
- La actitud del homenajeado. Aquellos que, al recibir un premio actúan con egocentrismo y arrogancia, pudiesen hacernos cuestionar: ¿De verdad merecía ese reconocimiento? Independientemente de la conducta del individuo, "dar al César lo que es del César", implica ser objetivo si la persona cumple con los criterios evaluados. Por otro lado, en el camino marcial (DO), se hace énfasis en la búsqueda del carácter perfecto, el respeto y la disciplina.
- Considerar quién otorga el reconocimiento. Si la distinción es otorgada por un ente serio, prestigioso y objetivo, que honre la ética y no permita influencias de ninguna naturaleza, con seguridad el reconocimiento será dado en buena ley. De no honrarse estos preceptos, estaríamos frente a los denominados "Bro Awards", en los cuales el amiguismo hipócrita y conveniente pesa más que la meritocracia, siendo un monumento a la mediocridad y sirviendo como bomba para inflar el ego y satisfacer caprichos particulares.
- Los reconocimientos obedecen a un tiempo determinado. Si bien los premios pueden ser vistos positivamente como hitos en la carrera de un artista marcial, deportista, profesional o científico, aquí no cabe el dicho "haz fama y échate a la cama". No se puede vivir de glorias pasadas y descansar sobre el prestigio ganado, ni tampoco utilizar un galardón obtenido como distintivo para presentarse o proyectar una supuesta superioridad. El ser humano, por su naturaleza compleja, no limita su existencia solamente a un área del conocimiento y quehacer; por ello, la humildad es fundamental para desarrollarse de manera integral.
- Los premios sirven como aliciente para la sana competencia. Desde un punto de vista positivo, los galardones pueden servir como incentivo para mejorar. Las personas que participen en un certamen y no resulten elegidas, podrán observar detalles de la competencia que pudieron haber omitido al momento de presentar su propuesta. Es decir, la experiencia debe ser asimilada como oportunidad de crecimiento.
- Los premios como compromiso social. En algunos casos, las distinciones se pueden otorgar para cumplir con determinadas exigencias o mandatos de carácter social. Este aspecto es algo complicado de comprender, pero a modo de fortalecer la inclusión social, han surgido diferentes actividades o mecanismos de meritocracia, por lo que hay que tomarlos con empatía, tolerancia y cautela.
- Cuando un reconocimiento se convierte en un instrumento de elitización. Haciendo resonancia con lo presentado previamente, tristemente hay quienes ocupan estos mecanismos para establecer una supuesta "élite". Si bien es sano compartir con pares con logros similares, convertir un medio de prestigio en un instrumento para la exclusión social y el menosprecio hacia los demás, hace que se pierda todo el sentido de honrar la excelencia, porque primero se debe ser un excelente ser humano y lo demás vendrá por añadidura.