Doctorado en Lodología
Pasaban las horas y nada que llegábamos a San Luis. Cada vez que nos topábamos con alguien, le preguntábamos que: ¿Cuánto falta hasta San Luis? Y siempre nos contestaban que una (1) hora. Esto fue así por tres (3) horas.
Comunidad de Villa del Carmen. Foto: Cortesía del autor.
Al día siguiente, empezamos a caminar a la seis de la mañana en punto y regresamos sobre nuestros pasos hasta que nos topamos donde nos habíamos desviado como a una hora de camino. En fin, procedimos nuestro camino en búsqueda de llegar a San Luis que calculamos nos faltarían entre 2 a 3 horas máximo, siendo que ya habíamos avanzado mínimo de 1 hora a hora y media.
Desde que salimos de Villa del Carmen, el camino era puro lodo. Me refiero a que no importa si estabas subiendo o bajando una cuesta, enterrabas los pies en el lodo arriba de los tobillos. Ni hablar de cuando te tocaban los lugares planos o que habías llegado al fondo de las bajadas, ahí se te hundían los pies y se quedaban trabados en el fondo. De haber tenido otro tipo de calzado, se habrían quedado trabados en el fondo y yo quedaría descalzo. Inclusive el bordón (palo que uso para apoyarme y evitar caer) se quedaba trabado en ese lodo.
Pasaban las horas y nada que llegábamos a San Luis. Cada vez que nos topábamos con alguien, le preguntábamos que: ¿Cuánto falta hasta San Luis? Y siempre nos contestaban que una (1) hora. Esto fue así por tres (3) horas.
Ya el propio muchacho se burlaba de sus propios parientes quienes nos habían dicho que les tomaba de 2 a 3 horas llegar allá. Que los campesinos siempre dicen que está "ahí nomás". Inclusive hacíamos mofa de que San Luis era el pueblo que caminaba, porque no llegábamos nunca y solo nos faltaba "una hora".
Finalmente llegamos a eso del mediodía a San Luis donde nos pudimos enjuagar un poquito con agua de la pluma y descansar para tomar la decisión de si seguir hasta Santa Elena o mejor quedarnos ahí y dejar para el día siguiente continuar nuestro peregrinaje.
Nuevamente, para poder tomar la decisión de si seguir o no nuestro camino hacia Santa Elena, hablamos con varios lugareños tratando de averiguar cuánto tiempo les tomaba a ellos llegar allá y en qué condiciones estaba el camino. Todos nos dijeron como 2 horas y que el camino estaba mejor que el que habíamos venido.
A todo esto, yo pensaba que con todo lo que me faltaba por caminar, estaría llegando a Tulú como para el domingo. Así que decidí seguir mejor hasta Santa Elena para adelantar lo más posible, iniciando nuevamente nuestra travesía a la 1 de la tarde.
Saliendo de San Luis, nos topamos con un señor que nos dijo que podía tomar un bote de Santa Elena en la U y subir por unos 10 minutos el río Toabré hasta llegar a la Boca de Tulú y de ahí tomar un transporte hasta Penonomé y de ahí una chiva a Panamá, lo que me pareció música en mis oídos, porque definitivamente esa ruta no se podía ofrecer para ningún peregrino, así es que no tenía ningún sentido seguir caminando.
VEA TAMBIÉN: La figura omitida
Aunque estaba casi imperceptiblemente mejor que el camino por el que habíamos llegado a San Luis, igual era pésimo. Ya desde antes de llegar a San Luis habíamos estado intercambiando el caballo, un rato él, un rato yo, para poder acelerar el paso y poder llegar. Aunque esto representó un alivio y de no ser por esa estrategia hubiéramos llegado de noche a Santa Elena, subir y bajar esas lomas empinadas y enlodadas a caballo era realmente una temeridad.
Aunque debo aclarar que en una ocasión nos topamos con unas hermanitas, una de unos 5 años y la otra sentada con ella al frente en la silla del caballo de unos 2 años subiendo y bajando esas lomas que a mí me tenían aterrado.
Justo cuando estábamos llegando a Santa Elena, nos topamos con un señor que habíamos visto llevando una vaca para allá y nos preguntó que si queríamos ir a Boca de Tulú, que él tenía el bote para llevarnos.
Le dije que sí y me despedí de Rony, que así se llamaba el muchacho que me acompañó y partí para Boca de Tulú, a eso de la 5 de la tarde. Llegué y me enteré de que acababa de pasar el último transporte para Penonomé, así es que encontré dónde hospedarme por la noche y procedí a darme un buen baño. Acababa de terminar de bañarme cuando el dueño de la casa me dice que de casualidad acaba de pasar un transporte que si todavía quiero. a lo que le contesto que Sí. ¡Qué suerte!
Partí para Penonomé a la 6 de la tarde y llegué a la 8:18 p.m. para subirme a una chiva para Panamá que me dejó en la Terminal de Transporte, acabando de esa forma con mi curso avanzado para adquirir mi "Doctorado en Lodología".
(Segunda de dos entregas).
HAGA CLIC AQUÍ PARA LEER LA PRIMERA ENTREGA
Presidente de la Asociación de Guías de Turismo de Panamá (AGTP).