¿Por qué seguir a Cristo?
Porque nunca usó su poder divino para sí mismo. Nunca se aprovechó de su condición de Hijo del Padre para buscar poder humano en la tierra. Porque siempre respetó a los demás. Nunca hizo daño a nadie. Porque perdonó siempre.
¿Por qué seguir a Cristo? Porque nos promete la vida eterna. Porque le da sentido a nuestra vida. No todo acaba con la muerte. Porque resucitó y nos asegura tenernos preparado un lugar en el cielo, una morada en el corazón de Dios.
Porque demostró en su vida ser totalmente coherente con lo que predicaba. Porque tenía siempre la mente y el corazón puestos en el cielo, en lo trascendente, en Dios. Porque llamaba Padre a ese Dios. Porque se sentía hijo y muy querido, muy amado por el Padre.
Porque su referencia era siempre la eternidad, pero sus pies bien puestos en la tierra. Porque era compasivo y hacía todo por aliviar el sufrimiento de la gente. Porque se la pasaba haciendo el bien. Porque no se vendió a ningún poder de este mundo. Porque no se arrodilló ante nadie en la tierra. Porque no ambicionó bienes en el mundo. Porque era todo para los demás. Estaba desapegado de todos y de todo.
Era libre totalmente. Austero y sencillo. Despojado de todo orgullo y soberbia. Porque decía siempre la verdad. Era un auténtico maestro. Estaba pendiente de todo y eso lo refleja en las parábolas, con las que nos enseñaba los misterios del Reino.
Porque nunca usó su poder divino para sí mismo. Nunca se aprovechó de su condición de Hijo del Padre para buscar poder humano en la tierra. Porque siempre respetó a los demás. Nunca hizo daño a nadie. Porque perdonó siempre.
Porque se enfrentó al poder del mal expulsando demonios, profetizando en contra de la hipocresía y mentira de los que ostentaban el poder religioso. Porque desmitificó, desacralizó lo que habían instituido como dioses, sea el Imperio romano, el templo, la ley, el dinero, la fama. Y lo hizo con su vida dando ejemplo supremo de que nada de eso era Dios y, en consecuencia, con su palabra auténtica, verdadera, valiente.
Porque formó a un grupo de hombres para instituir la Iglesia, a la que asumió como su propio cuerpo místico. Instituyó la Eucaristía como una manera de extender de manera sensible su presencia en la historia, y también se quedó en todos, especialmente en los que más sufren, identificándose con ellos al extremo de decir que quien diera de comer o vestir a cualquier necesitado, lo hacía con él. Y lo contrario; quien rechazara dar de comer o ayudar a un pobre, lo rechazaba a él.
Porque murió por nosotros en la cruz, derramando hasta su última gota de sangre por nosotros. Porque nos dejó al Espíritu Santo como dador de vida. Porque nos dejó su Palabra en las Escrituras para seguirlo a él. Porque está con nosotros, en cada uno y siempre.Mons. Rómulo Emiliani.