ANCEC Veraguas es una puerta de esperanza en la batalla contra el cáncer
María, una mujer de 42 años diagnosticada con cáncer de mama, encontró en la ANCEC no solo atención médica, sino también compañía en los momentos más duros.
En 2024, más de 20,500 personas pasaron por estas instalaciones, buscando en ellas un rayo de alivio y una mano solidaria en medio de la enfermedad. Foto. Melquíades Vásquez
Cada mañana, en la clínica provincial de la Asociación Nacional Contra el Cáncer (ANCEC) en Veraguas, las puertas se abren no solo para consultas médicas, sino también para recibir historias de lucha, dolor y esperanzas.
En 2024, más de 20,500 personas pasaron por estas instalaciones, buscando en ellas un rayo de alivio y una mano solidaria en medio de la enfermedad.
“Detrás de cada número hay una vida, una familia, un sueño que no podemos dejar caer”, afirma el doctor Doménico Melillo, encargado de la ANCEC en la provincia.
Él conoce de cerca el rostro humano de las estadísticas, y con voz firme asegura que el compromiso es atender, acompañar y prevenir, sin distinciones ni barreras económicas.
El valor de la prevención
Para muchos, la primera visita a la clínica es un acto de valentía. Mujeres que acuden con temor a un examen de mama, hombres que deciden hacerse el chequeo de próstata, jóvenes que aprenden a cuidar su piel bajo el sol inclemente de la región.
“El cáncer de mama, de próstata, de piel, cérvico uterino y gástrico son los que más atendemos. Pero lo importante es detectarlos a tiempo”, recalca Melillo.
En esas campañas preventivas también participa el doctor José Sugasti, quien con dedicación organiza jornadas de captación de voluntarios donantes de sangre.
“Un donante puede salvar varias vidas, y aquí la necesidad es permanente”, explica mientras atiende a jóvenes que llegan con la intención de dar un poco de sí para quienes luchan en una cama de hospital.
Paliar el dolor con dignidad
El doctor Santiago González, encargado de la unidad de cuidados paliativos, sabe que muchas veces la medicina no alcanza para curar. En esos casos, la misión es acompañar.
Junto a un equipo de voluntarios, visita a pacientes encamados en comunidades apartadas.
“No solo atendemos a enfermos de cáncer, también a personas con otros padecimientos”.
“Lo que hacemos es dar alivio, escucharlos, sostenerles la mano cuando más lo necesitan”, cuenta González con serenidad, pero dejando entrever la carga emocional que implica su labor.
La solidaridad como puente de vida
Marlenes Aponte de la Fundación Dona Vida también se suma a este esfuerzo, trabajando de la mano con ANCEC.
Sus voluntarios colaboran en jornadas de sangre y en el acompañamiento de pacientes y familiares.
Para muchos, estas redes de apoyo son la diferencia entre sentirse solos o saberse parte de una comunidad solidaria.
Sin embargo, los retos no son pocos. Los pacientes que requieren tratamientos especializados deben viajar hasta el Hospital Oncológico en la ciudad de Panamá o al Hospital Anita Moreno en Los Santos.
Para quienes vienen desde comunidades indígenas de la comarca Ngäbe-Buglé o zonas rurales de Veraguas, ese trayecto es casi imposible sin ayuda.
“Muchos llegan con lo justo para el pasaje. Otros no tienen nada. Por eso pedimos el apoyo de la sociedad, de empresas e instituciones. La lucha contra el cáncer no es solo del paciente, es de todos”, subraya Melillo.
Historias que inspiran
María, una mujer de 42 años diagnosticada con cáncer de mama, encontró en la ANCEC no solo atención médica, sino también compañía en los momentos más duros.
“Aquí me enseñaron a no rendirme, a entender que la enfermedad no la define. Cada voluntario que me sonríe me recuerda que no estoy sola”, dice con gratitud.
Historias como la de María se repiten todos los días en la clínica provincial, donde médicos, voluntarios y pacientes forman una cadena de apoyo que trasciende lo clínico y toca lo humano.
Una lucha compartida
El cáncer sigue siendo una de las principales causas de muerte en Panamá, pero en Veraguas, la ANCEC demuestra que la lucha puede ser compartida.
Que la ciencia, la fe y la solidaridad pueden unirse para transformar el dolor en esperanza.
“Mientras haya una persona que necesite atención, nosotros seguiremos aquí”, concluye Melillo, convencido de que la batalla contra el cáncer no se libra solo en los hospitales, sino en cada gesto de amor y humanidad.