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Constituyente: "La vida sigue siendo siempre igual"

Silvio Guerra Morales | | - Publicado:

Constituyente: "La vida sigue siendo siempre igual"

En algún momento, ¿cuándo?, no lo sé, pero la siguiente entrevista apareció publicada en Panama Pess en fecha de 03 de Marzo de 2021; sin embargo, dentro de su contenido, como se podrá advertir, se citan fechas como la del 15 de Julio del año 2002, conforme a un segmento de la entrevista que me hiciera la colega y periodista Nubia Aparicio.

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A renglón seguido, la entrevista que, por el análisis que ponderé, en su momento, estimo de rigor compartirlos con ustedes y hoy, sobre todo, cuando soplan fuertes vientos de cambios de paradigmas constitucionales.

"Guerra explicó que para hacer una nueva Constitución hay que pensar en dos vías: la primera, es la de la Constituyente con poderes originarios y, la otra, es la que se ha denominado la Constituyente paralela. Sin embargo, destacó el abogado, ninguna de las dos vías funcionaría si no existe previamente un consenso, una concurrencia de voluntades que debe emanar de los llamados factores reales del poder político. De acuerdo con el abogado, el estado de cosas actual indica que el tema de una nueva Constitución no forma parte de la agenda política, mucho menos de la agenda jurídica del partido que ejerce el poder político actual", (La Prensa, 15 de Julio del año 2002-Segmento de la entrevista que me hiciera la periodista y colega Licda. Nubia Aparicio).

Cuando se habla de que el país requiere, a gritos, la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente, habrá de quedar bien claro que no estamos hablando de cualquier cosa. No es relajo, es algo serio.

He podido, en ese sentido advertir, en los discursos que la argumentan, cuestiones que entrañan, cuando no clásicos oportunismos, intenciones extrañas al verdadero espíritu que debe alentar a un plan o programa de vida nacional que pretende fijarse o prescribirse en una nueva constitución nacional.

Me llama la atención, en esa misma línea de pensamiento, que ante la renuncia del Procurador Ulloa, cuatro voces, entre ellas de partidos políticos y de los llamados "independientes", inmediatamente conectaron la renuncia con el tema, inminente o urgente, de proceder a la escogencia de una Constituyente. Alegaron que la Constitución que nos rige está hueca, que perdió eficacia, que está desactualizada, fuera de texto y contexto, etc. En fin, todos esos argumentos que se vienen escuchando desde hace más de tres (3) décadas.

Fíjense bien. De la renuncia de un alto funcionario del Estado, se pasó a la lectura del más importante tema constitucional: La Constituyente. Meses antes, nada, al parecer, justificaría invocar el discurso constituyente. Ni las miles de muertes que ha traído el Covid/19, ni el hambre, la pobreza, las carencias de la población, el tema educación, vivienda, distribución equitativa del producto interno bruto, las violaciones permanentes a los derechos y libertades naturales y constitucionales, la justa distribución de las riquezas nacionales, etc., insisto, nada fue invocado.

Sin embargo, renuncia un Procurador y salen a correr y decir que es urgente la constituyente. Esto me dio, confieso, repugnancia académica e intelectual. Siguen los discursos oportunistas, la búsqueda desesperada de coyunturas que les brinden a los llamados políticos de mi país, los espacios y las circunstancias para mantenerse vigentes. No es que el tema de la constituyente no sea indispensable. No obstante, cuando aquí hemos querido hablar del tema, personalidades como Ramiro Guerra, mi hermano, el Doctor Miguel Antonio Bernal, el extinto y siempre bien recordado Dr. Carlos Iván Zúñiga, yo mismo y tantos otras distinguidas personalidades, nadie nos prestaba atención, o como se dice en el argot popular: "Nadie nos para bola".

Ahora, por arte de birli birloque , los que antes, poco o nada, decían de este tema constitucional, la Constituyente, son los que ahora salen a exclamar, voz a cuello, que la misma es necesaria e indispensable y que pueden recoger las firmas que prevé la Constitución para proceder a invocarla, convocarla y escogerla.

Cuando era estudiante de la Facultad de Derecho, los grupos estudiantiles, cuando salíamos a la calle a protestar por temas de la agenda nacional y que eran inquietantes para el pueblo panameño, solíamos gritar algunas consignas, de las cuales recuerdo aquella, tal vez la más sonada: "Solo el pueblo salva al pueblo".

Y la repetíamos sin cesar, hasta el cansancio, y cuando ocupábamos las principales vías o calles de nuestra ciudad, en marcha por la defensa de los intereses nacionales, se podía observar o advertir en los humildes rostros de los parroquianos, la viva y fulgurante alegría del mismo pueblo al escucharnos gritarla, llenos de convicciones y de entusiasmo únicos.

Los pueblos suelen sentir que están en fiesta cuando reclaman o proclaman sus derechos, hacen catarsis cuando dan a conocer sus necesidades, ya para ellos es mucho, saber o tener conciencia de que se defienden.

Pero que vengan extraños a sus entornos, ajenos a sus problemas, a hablarles de hambre, de miseria, de entender sus problemas, es un cuento difícil de creer o muy duro de digerir. Saavedra Fajardo decía que solamente puede hablar bien de la paz quien ha padecido lo amargo de la guerra.

Que quede claro, señores, por favor, que la fuerza constituyente no es cuestión que radica en la cabeza de unos cuantos oportunistas y demagogos, sino que se trata de la fuerza constitutiva que reposa en el mismo pueblo, en su vocación para auto convocarse y escoger a los mejores hombres y mujeres para que redacten el nuevo Contrato Social que habrá de regir por muchos años que han de venir, al pueblo panameño.

La fuerza constituyente, sin duda alguna, está respaldada, del mismo modo, por una moral constituyente que le otorga su matiz y su color de contener solidez, eficacia, fortaleza constitucional y, sobre todo, sentido de proyectarse con noción de norma obligatoria sobre todos los habitantes del país.

No se trata de excluir, de ninguna manera. Pero el discurso de una constituyente pierde seriedad cuando son los partidos políticos que, buscando tener espacios que les den vigencia y actualidad, la articulan sobre la base de que disponen, contando los miembros inscritos de sus partidos, de la capacidad suficiente para recolectar las firmas y así exigirla. Ética y moralmente pierden respeto, y el sueño o el ideal de la constituyente también se desvanece.

La voz, sin duda alguna, deben llevarla, no lo veo de otra manera, los factores reales de poder, dentro de los cuales, se cuentan en primera línea: Estudiantes, obreros, campesinos, sector agropecuario, industrial, grupos civiles no matrimoniados en partidos políticos y sin consignas políticas, grupos profesionales, las iglesias mayoritarias, sindicatos. En ello no se equivocó Ferdinand Lasalle.

Cito parte del pensamiento plasmado en un viejo artículo que publiqué sobre la materia: "¡Claro que creemos en un nuevo texto constitucional! Desde hace años, hemos producido muchos artículos relativos a una reforma constitucional. También hemos disertado en torno a conceptos tales como: La Fuerza Constituyente, qué se entiende por una Constituyente; quiénes son los verdaderos actores de una Constituyente; qué se entiende por los factores reales de poder, etc.

No obstante, tomo tan solo uno de esos conceptos, el de la Fuerza Constituyente para resaltar el hecho de que el Ejecutivo olvida que esa fuerza deviene en la causa superlativa o superior que empuja a una nueva Constitución. Que esa fuerza constituyente debe concentrar a los diferentes factores reales del poder del territorio nacional y que, por consiguiente, deben converger los sectores obreros, los círculos empresariales; debe concentrar también a las Comarcas Indígenas, a los campesinos, estén o no organizados; a los gremios de profesionales. No pueden excluirse a las iglesias, tanto católicas como evangélicas. No es que "todo el mundo" pueda intervenir o ser "constituyente".

Lo que se quiere es que, mientras más consultado sea el proyecto constitucional, mayor será su fuerza normativa. Una Constitución, hemos sostenido, solamente puede ser el producto de la unidad y esa unidad no puede existir si no hay coherencia o vocación de deponer intereses, de cualquier naturaleza, frente al altar de la Patria, dentro del sagrado templo de la Democracia. Y para que así, al final de la jornada constitucional, tengamos una nueva Constitución de la cual podamos predicar que fue el producto pensado y bien mesurado de una verdadera e integral revisión constitucional que no nació ni se inspiró en caprichos, trasnochadas o jugarretas políticas.

Al final de cuentas, "La Vida sigue igual", al decir de Sandro o de Julio Iglesias en sus canciones, lo cierto de todo es que la frase se identifica con el gatopardismo de siempre: Que venga el cambio, que viva el cambio, para que todo siga igual. ¡Dios bendiga la Patria!

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