La búsqueda del sentido

Todos debemos estar siempre dándole sentido a la vida, a los acontecimientos, a las circunstancias buenas y tristes. Es necesario desde la fe, la inteligencia y el análisis de la realidad darle un sentido profundo a lo que sucede. Mucha gente se pregunta que porqué pasan las cosas, y se quedan mudos, sin respuesta, y eso los hace desorientarse y caminar por la vida como sonámbulos. Y así van dando tumbos sin saber cuál es su destino. ¿Por qué me paso esto? ¿Por qué a mi? Cuando no hay respuestas viene el tri, y posibles decisiones erróneas.

Algunos se tornan violentos, agresivos contra la misma vida, autoridades, o contra el mismo Dios. Otros se convierten en personas tristes, desmotivadas, deprimidas. Es fundamental darle un sentido a la vida, a los acontecimientos, sobre todo negativos.

En cuanto a darle un sentido a la vida, el gran peligro de siempre es culpar a otros de lo que nos pasa a nosotros. Es lo más sencillo. Encontrar un chivo expiatorio al que señalarle como el causante de todo. Por eso siempre es bueno preguntarse qué grado de responsabilidad tengo yo en lo que pasó. Por ejemplo, Que te casaste con un sinvergüenza que te hace la vida imposible. El es culpable, sí, pero tú lo elegiste. Tú tienes un grado de responsabilidad en eso. Y entonces buscar otros elementos para darle sentido a los acontecimientos.

Desde el evangelio puedes darle un sentido a todo. Ante el sufrimiento y las desgracias que ocurren, saber que Dios lo permite para tu bien. Todo te purifica, te hace más fuerte, te santifica, te hace mejor, si ofreces a Dios todos tus dolores y sufrimientos, por tu propia salvación, por la de la humanidad.

San Pablo llega a decir que completas la pasión de Cristo, aplicando tu sufrimiento por la salvación de todos. Pero todo depende de tu actitud, de cómo te enfrentes a los problemas.

Todo lo bueno que ocurre también viene de Dios y son bendiciones divinas. Todo está hecho para bien tuyo porque eres amado por el Señor. Para darle sentido a todo debes ver tu ubicación histórica y tu realidad más profunda. Eres hijo de Dios, bañado con la sangre de Cristo. Vives sumergido en el misterio de la Santísima Trinidad, y eres miembro vivo de la Iglesia. Tienes una misión histórica que cumplir, construir el reino de Dios en la tierra.

Tienes dones y carismas, y una tarea que nadie puede cumplir por ti. Dios tiene un plan para ti. Y debes estar siempre discerniendo para cumplirlo de acuerdo a su voluntad.

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