Dar gracias por todo
Dar gracias por todo
No es fácil dar gracias, porque nos creemos con derecho a todo: el que Dios nos creara y nos mantenga vivos, perdone nuestros pecados y nos dé la vida eterna, lo vemos como normal. Creemos que simplemente es obligación de nuestros padres darnos un techo, alimentación, educación y todo el cuidado necesario. Deben hacerlo y punto.
Que es deber de los maestros y profesores educarnos, y que el Estado nos dé la seguridad y todos los servicios adecuados. O sea, que todo lo merecemos y por lo tanto no hay que ser agradecidos con nadie por nada. Así nos pasa con nuestras amistades; no hay nada que agradecer que tengamos personas que nos estimen, nos apoyen, nos acompañen en el caminar de nuestra vida. Ellos llegaron y están ahí como llegaron los pájaros al jardín. Aparecieron de manera fortuita y ya.
Así nos pasa con el empleo que tenemos y con cualquier actividad que hagamos. Todo es merecido y más tenían que haber hecho por nosotros. Mejor la vida tenía que haberse portado con nosotros. No tenemos que agradecer nada.
No nos admira que gracias al poder de Dios la tierra esté girando en torno al sol y todos los planetas, las estrellas y galaxias estén en impresionante movimiento. Todo de manera sincronizada y extendiéndose cada vez más. No nos hace pensar que la tierra siga siendo fértil y dando frutos. Que el mar se mantenga en su lugar y nos dé alimento con los peces. Que exista la lluvia y los animales se muevan por los campos. Que haya atmósfera y oxígeno para respirar. Que nuestro cuerpo esté funcionando y tengamos salud.
No nos damos cuenta de que todo es un regalo. Todo. La vida, la tierra, el universo, el trabajo, la familia, los amigos, la educación, todo nos lo da Dios para nosotros. El mismo Señor, su bendición constante, su perdón, la vida eterna, es un regalo, el más grande. Somos en extremo dichosos. Todo se nos ha sido dado. No hemos creado nada, ni la vida, la tierra, ni el aire que respiramos, ni los mares, los ríos, ni los planetas y las estrellas. Dios nos lo dio todo. Y El mismo se dio a nosotros, totalmente, y en su hijo querido llegó al extremo de darse de tal manera que la vida de Jesucristo entregó por nosotros. Se inmoló por amor. No merecíamos nada de eso. Pero nada. Por eso la palabra gracias debería ser la más pronunciada, la más cantada, la más escrita, recitada, la más expresada de mil maneras, reconociendo la bondad y misericordia de Dios, que en una generosidad sin límites nos abra las puertas del cielo perdonándonos todo. Y nos da todo, pero todo.