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Panamá y su herencia colonial
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Alberto Valdés Tola1 (opinion@epasa.com) / SociólogoPanamá es el producto de su herencia colonial, la cual la ha moldeado a la imagen de las necesidades del sistema mundo global, el cual, lejos de lo que se cree, no empieza con la globalización neoliberal de la década de los años ochenta del siglo pasado, sino desde el mismo descubrimiento y conquista de América.De esta forma, se parte del supuesto de que el istmo siempre ha constituido una suerte de enclave transísmico, lo que generó toda una estructuración social y económica de su posición en el mundo y se evidencia en lemas institucionales como “Pro mundi beneficio” y, más populares como “Panamá, puente del mundo, corazón del universo”.Así, la etapa colonial que va de 1501 a 1821 implicaría el desarrollo de rutas alternativas en el Istmo para la transportación del oro y la plata de las minas del Perú a la Madre Patria (España).Este periodo colonial se caracterizó por el uso del camino de cruces y las ferias de Portobelo; este último, verdadero mercado global de la época.En la época de unión a Colombia, con la construcción e inauguración del ferrocarril transístmico por la fiebre del oro en California, aparece una nueva ruta para el trasporte de mercancías y de personas.Además, en este periodo de la historia universal, la única manera que existía para hacer el cruce del océano Atlántico al Pacífico era a través del peligroso Cabo de Hornos en el sur de Chile; aspecto este, que luego de la modernización del transporte interoceánico y exigidos por la misma lógica de producción de mercancías en masas, casi impuso la construcción de un canal a través del Istmo.Así, los primeros intentos por construir el canal se debe a los franceses (finales del siglo XIX); su fracaso, lejos de haber sido una tragedia para Panamá, obligó a que estos vendieran y negociaran la construcción del canal con los norteamericanos; lo que no solo propició la separación de Colombia, gestión esta que se debe a tres aspectos fundamentales: el veto colombiano del tratado Herrán-Hay; a la astucia diplomática de Philippe Jean Bunau-Varilla y el oportunismo de una élite comercial y oligárquica que deseaba crecer como clase social y dirigente.De esta manera, cuando en 1914 el Vapor Ancón inaugura el Canal interoceánico; no solo la fisonomía geopolítica del istmo había cambiado, por la zona del Canal; sino también su componente humano y, sobre todo, su carácter dependiente con relación al gigante del norte.Aunque me parece arriesgado sostener que Panamá se convirtió en una colonia de este último, debe reconocerse que la historia nacional, por medio de los casi innumerables tratados con este país, demuestra, más allá de dudas posibles, tal dependencia social, económica, política y geográfica.Ahora bien, esta relación incómoda con Estados Unidos suscitó lo que se denomina la lucha por la soberanía, verdadero motor del ser panameño; ya que creó en los istmeños una suerte de conciencia colectiva que al tiempo que los unía como ciudadanos edificaba un imaginario nacional importante; el cual se evidencia por medio de la historicidad de las gestas patrióticas, políticas y cívicas de los años sesenta y setenta (principalmente); las cuales aglutinaron sociológicamente los sentimientos patrióticos de todas las clases sociales.Por otra parte, este vínculo agregó a nuestra identidad panameña cuatro elementos filosóficos importantes.Primero, el pragmatismo anglosajón, la idea de utilitarismo y de libertad, y una concepción de ciudadanía; cuatro factores claves para el progreso del país y su población.De esta forma, es posible concluir, a manera reflexiva, que Panamá ha sido el producto de su herencia colonial; la cual a la vez que matizaba sus relaciones internacionales en el sistema mundo; constituía su carácter transitista y comercial bajo premisas socio-filosóficas que lo situaron, desde sus inicios coloniales y poscoloniales, en la modernidad.Por ende, alegar que esta herencia colonial y poscolonial ha creado dependencia estructural en nuestro país, no solo implica reconocer lo negativo; sino también, que ha sido gracias a esta herencia que hemos logrado ser lo que somos: una nación moderna, emprendedora y pujante en los albores del siglo XXI.