¿Por qué viajar en cruceros?
Frisaba los dos añitos, otro mundo, otra época, 1954. Mucho ha transcurrido desde aquellos tiempos donde los populares pasquines del célebre detective Dick Tracy le trazaban comunicándose con sus colegas a través de un dispositivo precursor del teléfono celular, fraguando la genial imaginación y previsión de su autor y dibujante, Chester Gould, en tiempos que la comunicación a las provincias istmeñas se curtía tecleando el código Morse a través de las telegrafías.
¿Por qué viajar en cruceros?
Ataviado de marinero, mi primera vivencia marina, la cual no rememoro, aunque guardo testimonio fotográfico, fue a bordo de un buque que zarpó del muelle de Balboa en la antigua Zona del Canal hacia Buenaventura, puerto que sirve a la ciudad de Cali en la vecina Colombia.
Frisaba los dos añitos, otro mundo, otra época, 1954. Mucho ha transcurrido desde aquellos tiempos donde los populares pasquines del célebre detective Dick Tracy le trazaban comunicándose con sus colegas a través de un dispositivo precursor del teléfono celular, fraguando la genial imaginación y previsión de su autor y dibujante, Chester Gould, en tiempos que la comunicación a las provincias istmeñas se curtía tecleando el código Morse a través de las telegrafías.
Cual innovado Marco Polo, con 73 países a cuestas a lo largo de 5 continentes, no nos fatigamos de viajar, solo que ahora le hacemos con la erudición del copioso transitar, porque con un mundo tan extenso y con tantas facilidades disponibles, permanecer en un sitio, frecuentando la misma gente y visitando idénticos parajes, oxida el alma, ilógico acomodo para los istmeños, Fenicios del siglo XXI. Quebrantando la monotonía tropical, en Halloween zarpamos desde Miami a bordo del crucero Norwegian Sun en travesía de 21 días con escalas intermedias en la vibrante ciudad de Nueva York, el opulento estuario de Newport, en Rhode Island, sus millonarias mansiones costaneras y apetitosas langostas, los puertos de Horta, Praia da Victoria y Ponta Delgada en las islas Azores, anterior a bordear las costas de África atracando en los muelles de Santa Cruz de la Palma, Tenerife y Las Palmas, en las Islas Canarias, retomando el mediterráneo en Gibraltar, Málaga y Cádiz, finalmente desembarcando en Lisboa, capital de Portugal, donde abordamos vuelo a Madrid anterior a nuestro retorno a Panamá.
Dentro del abundante festín gastronómico y jornadas en la mar entre escalas reinan derroche de actividades para todos los gustos, shows de Broadway a diario y las obligatorias sesiones en el gimnasio para no perder la figura ni empinar los niveles de colesterol.
Optamos por viajar en cruceros primordialmente por la multiplicidad de destinos del viaje, ello tomando en cuenta la muy prodigiosa comodidad de empacar y desempacar una sola vez. Adicionalmente, el costo-beneficio resulta oportuno, gozando de cómodas opciones en camarotes interiores, externos, con balcones y suites para todos los gustos y presupuestos. La variedad de alimentos disponibles en los 15 restaurantes sacia hasta el más exigente de los antojos. Todo ello, a una fracción del precio de unas vacaciones de lujo en un solo destino.
Finalmente, porque elimina el estrés de organizar traslados, explorar hoteles en cada destino (esperando que llenen sus expectativas y no le ubiquen en una habitación aledaña al bullicio de la cocina u otras inesperadas sorpresas, como a un conocido que, posterior a extraños olores, descubrió un cadáver bajo su cama), y escudriñar restaurantes y sitios de entretenimiento cada noche, con inesperados gastos adicionales.
La vida es muy corta y el mundo muy extenso. Durante su crucero podrá pla nificar con consumada calma su próximo viaje, escudriñando todas las opciones y variables destinos, porque repetir lo mismo, bosteza, cansa, aburre. ¡Bon voyage!