Dueño y señor del pincel
Silfrido Ibarra es un artista plástico con una trayectoria artística de 40 años. Es docente.
Silfrido Ibarra en su estudio. También es profesor del Taller de Pintura y Dibujo de la Escuela de Artes Plásticas del Inac. /Foto Aurelio Herrera Suira
Ser pintor no es fácil, exige mucha disciplina y compromiso, pero llena. Así opina el pintor panameño Silfrido Ibarra, quien puede hablar con propiedad sobre la materia. Ha expuesto en Estados Unidos, Cuba, España, Holanda, República Dominicana, Colombia, Costa Rica, Brasil y Ecuador.
"Desde muy joven yo tenía en mis planes ser exclusivamente artista. Mis padres nunca objetaron mi decisión", rememora, cuando le preguntamos desde cuándo data su matrimonio con la pintura.
Silfrido Ibarra estudió en la Escuela de Bellas Artes del Inac de David. Obtuvo el Técnico en Artes Plásticas, y de allí viajó a Costa Rica becado por el Ifarhu para estudiar en la Universidad Nacional. Durante 6 años.
En su formación artística fue crucial el papel de dos grandes de la plástica panameña: "El maestro Adriano Herrebarría, quien fue uno de los personajes que más me motivó y ayudó, y también el maestro Guillermo Trujillo".
En cuanto a artistas internacionales, nos comentó que lo motivó mucho Claudio Bravo (Chile), Armando Morales (Nicaragua) y Rufino Tamayo (México).
Cuando le preguntamos a Silfrido cómo describe su obra respondió que "dentro del estilo alguna gente la cataloga como paisajística. El paisaje sí ha estado conmigo mucho tiempo, pero no me gusta decir que soy paisajista".
Dice que su estilo ha cambiado bastante.
"Se hacen cambios porque el trabajo se lo exige. Cuando uno llega a esta cantidad de tiempo que estoy trabajando en las artes plásticas -40años- siente que debe ir depurando cada vez más su trabajo. Se dedica más tiempo, tratando que al final la obra tenga todos los elementos que necesita un trabajo para ser expuesto", explicó.
Según nos dijo Silfrido, algunas personas prefieren el estilo que él tenía antes, el cual era muy figurativo, donde los paisajes estaban cargados de misterio.